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Auckland: Donde la vida es bella

Más que un viaje por Nueva Zelandia.

El año pasado Auckland, en Nueva Zelandia, figuró en los medios como la cuarta mejor ciudad del mundo para vivir de acuerdo con el ranking Mercer. Hay acceso a buena educación y salud, extensas áreas verdes y espacios destinados a la vida familiar. Todo el desarrollo y opciones de una gran urbe comprimido en el encanto y el sosiego de una pequeña ciudad.

Alguna vez me enteré que la policía allá no porta armas y que incluso los sprays de pimienta, como el que lleva mi amiga Anita en su auto en Santiago de Chile, están prohibidos. El ritmo es, simplemente, otro.

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Era febrero, cuando con dos de mis hermanos volamos alrededor de 13 horas hasta la isla norte de Nueva Zelandia.

La RAE acepta indistintamente Zelandia o Zelanda, pero prefiero la primera si pienso en lo mal que se oiría Tailanda, Disneylanda, o Islanda; aunque claro, Holandia también sonaría fatal.

En el aeropuerto camino a hacer los trámites de inmigración, oímos el canto de los kiwis, ave nacional, que recibe a los viajeros, reproducido por varios parlantes, justo al cruzar un portal que honra la cultura nativa maorí, la misma que inspira el haka, danza guerrera representada por el equipo de rugby All Blacks antes de sus encuentros.

De Nueva Zelandia, aparte del rugby sólo tenía la referencia del filme “Once We Were Warriors“, sobre una familia maorí marginal. Un drama fuertísimo que tuve que analizar para la clase de la progresista Ms. Botts en el colegio.

El acento “kiwi”, como se les llama a los neocelandeses nos resultó complejo de entender, las “e” las pronuncian como “i”, pero después de un rato ya terminamos por acostumbrarnos. La mejor época para ir es definitivamente primavera-verano, que coincide con la de nuestro país.

Cada mañana desayunábamos en un local atendido por asiáticos. La población de Auckland es tremendamente diversa, y al parecer locales, chinos, vietnamitas, indios, americanos y europeos conviven en armonía.

Temprano y en un bus gratuito, con forma de tiburón, llegamos al acuario Kelly Tarltons, dedicado en gran parte a la vida en la antártica. Montados en un carrito con explicaciones en audio, descendimos hasta el sector donde se encuentra una colonia de pingüinos king y gentoo. Protegidos por vidrio pudimos verlos nadar y jugar sobre un gran trozo de hielo sin enterarse del calor que hace afuera. Luego recorrimos un túnel donde observamos tiburones y otras especies del mundo marino.

Más tarde, decidimos tomar un ferry y almorzar en Devonport, rodeados de librerías y cafés. Los barcos también llevan a las islas de Rangitoto y Waiheke, entre otros puntos. Ordenamos un butter chicken en un restaurant indio y partimos a la playa Cheltenham, sin turistas casi, solo “kiwis” que iban a hacer picnic y nadar con sus familias. En esta playa la banda local Opensouls grabó el video clip de Telephone Song, que bien vale la pena buscar en youtube.

En el horizonte comprobamos por qué Auckland es conocida como la “ciudad de las velas”: hay un velero por cada 11 habitantes. Imaginen lo que es eso.

En Devonport, el pasto es tan verde que las colinas nos parecían el papel tapiz de un computador. Caminando hasta la cima del North Head descubrimos la mejor locación para las fotos con la silueta de la ciudad de fondo, con la Sky Tower como elemento principal. De regreso en el distrito financiero central o CBD, subimos esta torre, que vigiló todos nuestros pasos por Auckland. Es la construcción más alta del país, y con sus 328 metros permite observar hasta 80 kilómetros en todas direcciones. Los días que siguieron los dedicamos al fantástico Museo de Auckland, al Zoológico, a Mission Bay, y al Albert Park, entre otros.

A esta isla se llega en vuelo directo desde Chile, ya sea por turismo, estudios, un programa de trabajo y vacaciones para jóvenes; o este año para el Mundial de Rugby, que se juega en septiembre y octubre.

Les advierto que podrían descubrirse constantemente pensando: “feliz viviría aca”. Nos pasó. La calidad de vida de Auckland es innegable, pero creo que siempre es bueno tener en mente, antes de partir, que no existen rankings internacionales que aseguren el éxito ni la felicidad individual.

Fotos: Javier Hurtado

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