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¡Indignante! Mujer acusada de adulterio fue ejecutada mientras era grabada

“No podemos perdonar a esta mujer. Su marido tiene derecho a matarla”

La ejecución pública de una mujer acusada de adulterio en Afganistán vuelve a dejar en evidencia el horror, la brutalidad y el primitivismo que existe en este tipo de culturas y sociedad, a mis ojos, imposibles de soportar.

Sobre todo cuando la acción asesina es captada, al parecer por un celular y posteriormente difundida en un “fuertísimo” video que por dignidad de esta nueva víctima de los credos, en nuestro sitio no incluiremos.

La verdad es que ni siquiera me ha dado “el coraje” o explícitamente el morbo para ver la grabación, pero no necesito ser testigo ocular para hacerme mierda la cabeza y no desentenderme de esta desventajosa realidad.

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En el diario español El País, relatan que decenas de hombres observan a una mujer, cuya silueta se adivina bajo una tela grisácea. Está de espaldas, sentada sobre sus talones, mientras ellos se convierten en verdaderos espectadores de una triste ejecución.

Luego un hombre en presunta función de juez, sostiene que: “esta mujer, hija de Sar Gul, hermana de Mostafa y esposa de Juma Khan, se escapó con Zemarai. No se la ha visto en el pueblo durante un mes”, según lo traducido por la agencia France Presse. “Por fortuna, los muyahidines la han atrapado. No podemos perdonarla. Dios nos dice que acabemos con ella. Juma Khan, su marido, tiene derecho a matarla” ¡Qué horror!.

“No podemos perdonarla. Dios nos dice que acabemos con ella. Juma Khan, su marido, tiene derecho a matarla”

Y ante la voluntad de su dios, le entregan al marido un fusil Kalashnikova, quien a dos metros de distancia de su “desvergonzada mujer” apunta y dispara más de diez veces su calibre 7,62 mm, quien después de “reventarle” la cabeza corea junto a los asistentes “Dios es el más grande” y “Larga vida al islam”.

Roshna Khalid, portavoz del Gobierno provincial, atribuyó a los talibanes el asesinato de la mujer identificada como Najiba, de 22 años. El que se habría producido hace unas semanas, donde ni la policía ni el Ejército pudieron intervenir. Sin embargo, los talibanes, levantados en armas contra el Gobierno de Karzai, han negado su implicación y atribuyen el incidente a un arreglo de cuentas tribal.

“El asesinato de una mujer que no tiene la posibilidad de defenderse contra el arma y la brutalidad de los criminales, es un claro símbolo de la cobardía y perversidad de sus asesinos”, declaró por su parte el presidente afgano, Hamid Karzai, según un comunicado difundido por su oficina quien describió este crimen de “odioso e imperdonable en la sagrada religión del islam y en las leyes del país”. ¿Y entonces? ¿La condena?

¡Implacable! Búsqueda inmediata y captura de los responsables, un bonito gesto que sólo se queda en buenas intenciones y para ser expuesto en la vitrina internacional, ya que de acuerdo a la realidad,  existen muy pocas posibilidades de “hacer justicia”.

Si bien, las leyes de Kabul han cambiado, el Gobierno central no tiene la capacidad, ni tampoco la voluntad de luchar contra miles de mentes retrogradas cuyo pensamiento ha variado muy poco desde el derrocamiento del régimen talibán y que son los mismas mentes que permiten que Karzai se mantenga en el poder.

De acuerdo con la ONG Oxfam, “el 87% de las afganas declaran haber padecido violencia física, sexual o psicológica, o ser víctimas de un matrimonio forzado. Aunque la presencia de las tropas internacionales ha permitido mejoras en las ciudades, estos pequeños avances no se extienden a las zonas rurales. De ahí el temor de EE.UU. y sus aliados a que tras la retirada de sus Ejércitos, la situación empeore y la decisión de vincular la ayuda al desarrollo al progreso en los derechos de la mujer”.

Sin embargo, la impotencia “cultural” deja un gusto extremadamente amargo, sobre todo cuando el intransitable credo sagrado, deja fuertes  sospechas de un excesivo machismo oculto bajo la interpretación del Corán. ¿No lo creen?

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