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Sexo juvenil a los 30

Siempre dicen que “quien duerme con niños amanece mojado”, espero que no me pase.

Hace mucho tiempo que no escribía en el blog y es que he estado muy ocupada con cambio de trabajo, de casa y de vida. Pero mi última historia amerita ser contada.

Hace un par de fin de semanas atrás, una amiga me pidió que la ayudarla en la organización del cumpleaños de su hermana menor que ya tiene 18, obviamente le dije que sí, porque aunque se trate de una noche de universitarios uno nunca sabe lo que puede pasar.

El asunto es que entre tanto jovencito junto se me subió la sangre y comencé a sentirme más hot que nunca. Algunos amigos de la cumpleañera eran muy sexies y yo que -como siempre- di lo mejor de mí en mi “fashion production” también me veía increíble, modestia aparte.

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Mi amiga andaba histérica porque era la responsable de mantener el orden en la casa familiar, ya que sus padres aprovecharon la fiesta para irse a la playa. Así que mientras ella limpiaba y revisaba que nadie entrara a las habitaciones a dejar el desastre, yo me paseaba por la fiesta con una copa de champaña a ver si encontraba algún adolescente atractivo.

Finalmente lo vi. Era muy alto y con muy buen físico, por mi experiencia pensé que podía ser deportista. Eso sí que me calentó. Es que los jóvenes que practican ejercicios diarios son los más fuertes y ágiles en la cama. Tengo varios riders y skaters en mi lista histórica de conquistas.

Comenzamos a conversar y me enteré que solo tenía 20 años y estaba en primer año de turismo, pero que su pasión era el skate. Listo, con eso me bastaba.

Conversamos un par de horas, a esas alturas mi amiga ya se había dado por vencida y comenzó a tomarse unas piscolas para el estrés. Mientras, yo me iba un lugar tranquilo del patio a descubrir un poco más de este jovencito 10 años menor.

Después de una divertida y espumante conversación, me miró y se me abalanzó con pasión. Nunca antes lo había visto pero nos besamos como si nos conociéramos hace siglos. Fue exquisito.

Después de un millón de besos, le pedí que me acompañara a comprar champaña -la primera desapareció entre tanto estudiante alcoholizado, nunca pierdan de vista sus botellas en este tipo de fiestas-.

Nos subimos a mi auto y partimos. Yo manejaba mientras él me besaba el cuello. No me aguanté y me estacioné en un lugar oscuro. Ahí comenzó la verdadera aventura. Tiramos un rato pero no era muy cómodo porque mi auto es muy chico, no pensé en el sexo cuando lo compré, muy mala decisión.

El chico me dijo que mejor fuéramos a otro lado, pensé que era una interesante propuesta. Llamé a mi amiga para avisarle que no volvería y que un repentino dolor de cabeza me había obligado a salir de ahí sin despedirme, ella me contó que algunos amigos nuestros habían llegado a apoyarla así que no me preocupara y que descansara. Obviamente, esa no era de ninguna manera mi idea.

Ya con el jovencito en mi cama comenzó la acción pero entendí que no era para nada experimentado. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que solo había tenido sexo unas pocas veces, que hacía lo que podía. Obviamente, me ofrecí a enseñarle y darle unas clases intensivas cada dos semanas. Él aceptó.

Esa fue la primera clase y aprendió bastante rápido. Al principio lo hacía como esos perritos que se agarran de la pierna, así como desesperado. Me reí un poco y lo calmé. De ahí en adelante me ha hecho caso en todo y ha avanzado bastante.

Sin embargo, siempre dicen que “quien duerme con niños amanece mojado”, espero que no me pase. Hasta el momento el sexo ha sido cada vez mejor y le he hablado mucho de que conmigo debe separar las cosas y no pensar en amor. Incluso le recomendé poner en práctica lo que le he enseñado con otras chicas, la idea es que tenga otras distracciones.

Espero que no se enamore.

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