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Virgen del Carmen de la Tirana, la chinita que florece en el desierto

Cada 16 de julio miles de fieles cristianos y ni tanto, visitan el santuario de la Tirana, ubicado en el norte de Chile, para venerar con bailes y colores a la princesa inca que dio vida a la Reina del Tamarugal y su inspiradora leyenda de amor. Definitivamente musa.

Cuenta la leyenda que en 1535, cuando Diego de Almagro salió del Cuzco para conquistar Chile, lo acompañaron bajo vigilancia del ejército español, un grupo de esclavos Incas, el príncipe Paulino Tupac, el sacerdote Huillac Huma y su hija, la “Ñusta”.

Pero a la altura de Atacama, Tupac se rinde y Huma huye, esperando que el grupo de incas que quedó con su hija hiciera lo mismo. Y así fue, Ñusta escapó con un centenar de esclavos y se refugió en un bosque de tamarugos. Hoy conocido como la Pampa del Tamarugal, en el pueblo de Tarapacá, que en lengua incaica quiere decir “escondite”.

Durante 4 años Ñusta Huillac se convirtió en la reina de esa parte del desierto. Con actitud enérgica, la princesa incaica organizó y distribuyó las huestes, protestando con puño y sangre contra la dominación española, ganando fieles y adoptando el nombre de “La Tirana del Tamarugal”.

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Un día sus huestes capturaron a un grupo de enemigos, entre ellos el portugués don Vasco de Almeida, un minero que andaba en busca de la “Mina del Sol”. Fue cosa de mirarlo para enamorarse, pero la tribu fue implacable: pena de muerte para el prisionero. Ñusta, que sólo sabía de venganza, se estremeció al escuchar la sentencia. La vida de ese hombre estaba entre sus manos.

En su condición de sacerdotisa fingió consultar a los astros e interrogar a los ídolos, tutelares de la tribu. Luego, reunió a su tribu y dijo que la ejecución debía retardarse hasta el término del cuarto plenilunio. Sin embargo, Ñusta y Vasco de Almeida desataron una pasión incontenible y ella empezó a mirar la vida desde los ojos de su cristiano ser amado.

En uno de sus encuentros ella luntóe preg:

-“Y de ser cristiana y morir como tal ¿renaceré en la vida del más allá y mi alma vivirá unida a la tuya por siempre jamás?”
“Así es, amada mía”– contestó el portugués.
“Estás seguro de ello, ¿verdaderamente seguro?”, insistió ella.
“Me mandan creerlo mi religión y mi Dios, que es la fuente de toda verdad”.
“Entonces bautízame, quiero ser cristiana; quiero ser tuya en ésta y en la otra vida”.

Y así, actuando bajo los impulsos del amor y olvidando todo objetivo inicial, en una nueva ocasión la Ñusta le dijo:

-“Llévame a tu Dios que nos permitirá estar eternamente unidos”-. De Almeida le contestó: –“Tienes que bautizarte”-, y en una humilde posición de entrega, la Ñusta pidió ser bautizada. Y mientras él vertía agua sobre su cabeza, un grupo de incas reaccionó disparando flechas contra ellos.

Ñusta, herida de muerte, llamó a su fieles y les dijo:

“Muero contenta, muero feliz, segura como estoy, como creyente en Jesucristo, de que mi alma inmortal ascenderá a la Gloria y llegaré al trono de Dios, junto al cual estará mi amado, con quien estaré toda una eternidad. Sólo les pido que después de mi muerte, coloquen una cruz en mi sepultura, que estará al lado de la de mi amado”.

Años después, cuando fray Antonio Rondon, evangelizador de Tarapacá y Pica, llegó al Tamarugal para levantar en todas partes el estandarte de Cristo, un día vio un arco iris y siguió su comienzo hasta el bosque de tamarugos, encontrándose sorpresívamente con una cruz cristiana. Aquel “llamado del cielo”, provocó en él la necesidad de construir una Ermita, la misma que hoy convertido en templo y que en pleno desierto florece como primavera, para recibir a miles de fieles que veneran con bailes, cantos y colores a esta intensa chinita, capaz de trascender las religiones y hacer del amor la verdadera inspiración.

Foto: Cinedor.es

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