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Este país [I Parte]

Nuestro origen y sus derivados. La importancia de ser de aquí y no ser de allá y mi encuentro con Alexis Sánchez en la manga del avión.

El enfrentamiento con lo que es tu origen puede resultar un poco violento según como se haga la entrada. Si vienes desde otro país al tuyo (mi caso justo ahora) el choque resulta desconcertante, porque llevas un montón de tiempo sintiendo que estás en el margen y que debes venir en avión hasta el centro para poder ejercer de “guinda del pastel”; y resulta que el añorado pastel no es tan rico ni tan cremoso como parecía desde lejos.

Fenómeno que también aplica a circunstancias más personales como cuando dejas de ser hija para ser madre, o hermana para ser prima lejana, o amiga que ahora es foto, etc.

Pero hoy voy a referirme a esta llegada a mi ciudad natal y al reencuentro con lo que en rigor es mío y que me ha dado algo más que un pasaporte.

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Todos sabemos lo fortuito que es el lugar en el que nacemos, la familia que te toca y la mayoría de las circunstancias en las que apareciste sin que nadie te preguntara nunca nada. No obstante, esto determina toda tu vida.

Lo más fácil y lo primero que te sale del alma son unas ganas casi incontenibles de salir huyendo cuando ves ese gran letrero de bienvenida con la imagen publicitaria de un presentador de la tele que suponías muerto desde hace décadas.

Acto seguido empieza un intenso e infructuoso proceso de comparaciones que, afortunadamente, pasa rápido para dar lugar a la aceptación simpática de las dinámicas imperantes. Es difícil no ponerse a criticar y resaltar con ímpetu las malas costumbres de los tuyos donde mentir bien es la madre de todas la virtudes y ser antipático es sinónimo de elegancia. Pero no quiero detenerme en esto, porque seguramente no diré nada que no hayan dicho ya miles de exiliados / retornados, sino en el hecho extraño de necesitar proceso de adaptación para volver a sentir que formas parte de un sistema de donde nunca nadie te ha dejado salir porque allí dónde vas te preguntan de dónde eres (y no para dónde vas que sería mucho más interesante).

El origen es el gran tema porque, guste o no, es lo que da acento a la voz, tono a tu risa, color a tu forma de mirar, manera a tu andar, cadencia a tus palabras y volumen a tu pasión. Odio el asunto de las nacionalidades, no padezco nada parecido a un sentimiento patriótico. No tengo especial predilección por las comidas con forma de empanada y nunca he añorado nada que sea propio de mi país más que a personas.

Pero, es innegable también que como en casa, en ningún sitio. Quiero decir, que cuando estás en tu pueblo, es mucho más fácil existir, y sobre todo reinar.

Aquí te piropean, te envidian, te observan como si vinieras cayendo del cielo, aunque sea con rabia o un poquito de asco.

Deberíamos poder despojarnos de este asunto de la denominación de origen, pero me parece a mí que, tal cual los vinos, cada día importa más, y por eso mismo la etiqueta se hace cada vez más grande y específica y será esta información lo que determine si, finalmente, te compran o no. Porque ¿a qué venimos? A vender, más que a regalar.

Y ahí estaba yo, recién embarcando, en la manga del avión junto al ídolo de masas Alexis Sánchez que venía para defender la camiseta y yo que venía a mojar la camiseta, pero ambos, en busca de lo mismo: que nos reconozcan la sangre, el sudor y las lágrimas como en ninguna otra parte (guardando las distancias, claro).

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