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Este país [Parte II]

Pasión, viveza, picardía y tantos “atributos” más que hacen de nosotros lo que somos.

Y sigo yo pensando que aquí todo el mundo está desquiciado, y mira que lo digo yo, que soy totalmente “locapordento“. Pasado y superado el proceso de adaptación, me encuentro finalmente con mi estado natural y me doy de bruces con las razones que una vez tuve para tomar distancia.

Un día alguien dijo: “Chile tiene dos problemas: la delincuencia y la familia”. Aquí, en mi país, nunca me han robado, sólo te digo eso.

Cuestiones sanguíneas aparte, me doy cuenta de que el temple local no se debe sólo a una alimentación rica en picante, sino también a que la mayoría de las personas vive desde las entrañas. Hombres y mujeres, todos, actúan movidos por los más profundos (o profanos) sentimientos.

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Los hombres están todo el tiempo adulando a “las minas”, con el piropo en la punta de la lengua, intentando si, por obra o gracia, les sale un polvo, un roce o un tocamiento casual. Todos, sin excepción te miran el culo y las pechugas como primer saludo… luego ya veremos.

Y las mujeres, ¡ay las mujeres! Muchas hembras, muchas de ellas demasiado ocupadas en mantenerse firmes y vigentes como para darse real cuenta de lo feo que es el mono que tienen delante. La lucha entre féminas es feroz, y va mucho más allá de lo que un solo hombre pueda significar.

Y esto no se queda ahí en la calle, en el bar o en el asado, trasciende con total normalidad a la vida profesional; desde la colocación de ladrillos hasta la creación del artículo ley para moderar la estafa bancaria; todos llevan sus emociones y pulsiones por delante, y al rato te ves con las uñas afiladas y el escote bien marcado para poder caminar sin ser empujada al abismo.

Tiene su gracia, lo reconozco. Te ves obligada a estar en permanente estado de alerta. De ahí debe venir el punto vivaracho que se nos achaca desde el norte del mundo. Siempre a la defensiva, siempre pendiente de la palabra no dicha, pensando mucho antes de utilizar este o aquel adjetivo para no ser mal interpretada en el reino del mal entendido.

Es agotador estar siempre evitando la trampa, huyendo del apretón no deseado, digiriendo traiciones y zancadillas de gente a la que apenas conoces y no volverás a ver en tu vida. Es muy vital esta manera de existir. Reconozco que es mucho más exigente e intenso de lo que parece desde afuera, esta misma intensidad es lo que hace que en sólo tres semanas tengas sólidas callosidades morales. Los bíceps del cinismo te brillan a poco de haber empezado a correr el maratón por llegar a fin de mes; y sin perder de vista la apetecida medalla de conseguirlo habiendo pisoteado, por lo menos, a uno.

De alguna manera me sentí mucho más joven de lo que en realidad soy. No sé si por las niñerías en que me vi envuelta o porque el ritmo es como el que llevaba a los 15 años y que desde hace más de 15 años no practicaba.

No es casualidad que aquí la gente muera antes que en Europa. Ahora, puede que tenga mucho más gracia, eso no te lo discuto, pero hay que tener unas ganas incontenibles de hacer el juego del “corre que te pillo” los siete días de la semana.

Y ya sabemos todos como acaban siempre las carreras, uno gana y todos los demás pierden.

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