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Cosa de hombres

Este guapo que podría estar encantado también llora. Hombres, mujeres y las batallas del día a día.

Acabo de leer un artículo muy exhaustivo que habla de lo que significa para los hombres la pérdida del pelo. Y mientras avanzaba en la lectura y ahondaba en las terribles consecuencias psicológicas que tiene para los hombres quedarse calvo no podía parar de sonreír.

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A ver si después de todo la vida moderna trae consigo cierta justicia divina, pensé.

No he leído nada acerca de barrigas prominentes, pero esto del pelo planteado como una tragedia masculina me ha hecho sentir que por lo menos en algo la naturaleza nos va dando un poco de equilibrio frente a los varones.

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Ahora entiendo por qué  “La gran estafa americana” empieza con el pobre Christian Bale pegándose como puede matojos de lana mezclados con pelos de las sienes, es la metáfora perfecta del hombre que lucha por cubrir el vacío existencial. Jajaja. Tal vez no debería reírme, pero tantos años de chistes donde se compara el culo de las mujeres de más de 30 con lavadoras, me liberan de culpa.

Pobrecillos, en el fondo es un tema importante porque les provoca falta de confianza, merma su autoestima, los puede llegar a deprimir y un largo etcétera; también hay que decir que algunos lo asumen con gran estilo, pero la mayoría no puede con ello. Es un drama como una catedral.

Por supuesto, nada que se pueda comparar con el dolor físico y mental de las mujeres metiéndose durante siglos dentro de fajas, apretujándose con vergüenza para esconder las carnes de la maternidad, por ejemplo.

Pero eso quedó atrás, ahora las cosas están mucho más equilibradas y todos combatimos juntos contra la propia piel en iluminados gimnasios, ayudándonos de cremas, brebajes y aporreamientos llamados masajes para ocultar las huellas del paso del tiempo, el estrés de trabajar, estudiar, criar, comer y pagar.

Vivo en condiciones que  muchas mujeres de mi familia no se atrevieron ni a soñar. No pido permiso para salir, no tengo que justificar mis gastos, si no quiero no cocino, si llego tarde no me interrogan…

Hemos avanzado y a veces es tanto el subidón de igualdad que me dejo llevar por la emoción y me creo que vivo en Finlandia.

Entonces viene la vida cotidiana y me eructa en la cara, obligándome a explicarle a la persona que está conmigo que ayudar-me no tiene nada que ver con ordenar el espacio que habitamos juntos, que si quiere el ketchup que lo vaya a buscar, que el cariño es grande, pero para que dure no se puede confundir con servicio de ninguna clase, así que entre otras cosas, es importante que aprenda a utilizar bien la cortina de la ducha. Todo esto con el que te quiere, imagínate con el de la ferretería que pone caras si vas a comprar una broca, o con el señor que viene a revisar el gas que insiste en hablarte como si fueras estúpida y por supuesto trata de engañarte; o el que llama del banco y pregunta si está “tu marido” para ofrecer un seguro. A todas estas cosas, por pequeñas que parezcan, les opongo resistencia, las peleo día a día.

Además de la lucha contra los pelos de las piernas, las calorías, las arrugas, los michelines, los padrastros de las uñas, las canas, los puntos negros y los cíclicos dolores espirituales. Batalla que damos casi todas, a la vez que trabajamos, cocinamos, leemos para estar bien informadas, intentamos tener sexo… Bueno, pues es un aliciente comprobar que a ellos les angustia quedarse calvos.

Lamento no poder contribuir al consuelo masculino, las estadísticas son las que son y  dicen que ellas los prefieren con pelo en la cabeza y ojalá un poco largo.  Y ya que estamos, los estudios también señalan (y la experiencia lo corrobora) que el tamaño sí importa y las barrigas no son sexys. Es así, no es justo dirán muchos ¡Estoy de acuerdo!

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