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Ferrari Testaorange

De automóviles, música y complicidad: “Mi papá cuenta las mejores y más torcidas historias del mundo.”

Hace muchos, muchos años mi papá tenía un Ferrari Testaorange, la versión alternativa de un Testarossa: un clásico Volkswagen de un discretísimo color naranja. Nuestro Ferrari nos llevó a muchos lugares y parecía estar hecho a prueba de todo. A veces pienso que mi familia es así. De cualquier manera, lo más memorable del auto no era su estrepitoso color, sino lo que le daba por cantar.

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A veces, a mi papá le tocaba ir por mí a la escuela y el ritual consistía de dos fases importantísimas: chicharrones de Don Venenos y Pink Floyd. Fue en el Ferrari donde descubrí El lado oscuro de la luna y recorrí El muro por primera vez. Fue en el Ferrari donde mi papá y yo nos hicimos cómplices mientras cantábamos a medias y me contaba sórdidas historias de Syd Barrett.

Porque, aunque a veces se le olvide, mi papá cuentas las mejores y más torcidas historias del mundo y yo, a la fecha, se las creo todas, porque su verdad es la mejor verdad de todas:

Escucha, ¡escucha!, ese ‘bom, bom, bom’ es el bajo. El bajo es el instrumento más importante de un banda. Mira cómo dice ‘there is no dark side of the moon really…’ Esa risa es la de Syd Barrett que se perdió mientras grababan el disco. ¿Ya escuchaste todos los relojes?

Así la vida a bordo de nuestro vocho naranja, así la vida también hoy. De repente nos acordamos de que somos cómplices y mi papá y yo nos subimos al coche y soñamos con nuestro Ferrari Testaorange mientras escuchamos El lado oscuro de la luna.

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