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Modo Mundial

Macarena Nuñez comparte con nosotros una columna sobre el fanatismo que se vive en el Mundial del Fútbol 2014.

¿Hay alguien que no le guste el fútbol? O simplemente no le interese. Al parecer no. Todo está decorado con pelotas, lleno de banderas. Y todos visten de rojo, y gritan “ce hache i” como si se les fuera la vida. Somos chilenos de corazón, cantamos el himno nacional a gritos. Y si se gana el partido “ganamos” pero si se pierde, “pierden” ellos.

Entiendo todo esto. Perfectamente. También entiendo que algunos den la vida por este deporte. Incluso soy capaz de compartir y gozar con un partido de fútbol en un asadito con amigos y todo eso. Pero de ahí a tener que ver, oír, sentir, y oler el fútbol ya comienzo a tomar distancia. Sé que es masivo, fácil, barato, y universal. Pero pido un poquito de respeto. Hay algunos que simplemente no queremos cambiar nuestras vidas porque se juegue un mundial, y no hay nada de malo en eso. En Chile prácticamente no se está trabajando cuando hay partido. Pude comprobarlo.

El día del partido: fui al banco, y desde los cajeros hasta los jefes estaban con sombreros, lentes, y “collares tricolor”. ¿Dónde quedaron esos ejecutivos respetuosos de la imagen seria, que una institución de este tipo debe dar? En ninguna parte. Las calles también. Colapsadas. Repletas de gente apurada para llegar a ver el partido. El vendedor de las vuvuzelas me dejó sorda con el sonido de su corneta.

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Fui a la clínica a conocer a mi sobrino recién nacido y encontré lo mismo. Enfermeras con la cara completamente contaminada por la marea roja. Todas de blanco, azul y rojo, en un lugar donde se supone que debería reinar la limpieza. Vi a mi sobrino y una de esas funcionarias serias de la salud se me apareció pintarrajeada como un mono. Eso en la maternidad más cara del país. Con decirles que cuando se llevó a la guagua para un examen, me quede rezando sobresaltada para que no fuera a ver un gol en el camino, porque ahí sí que habría tirado a mi sobrino a no sé qué lugar, y esto sólo por celebrar.

A mis hijas le suspendieron las clases en el colegio la tarde que juega Chile, y para el resto de los partidos se instalará un televisor en cada sala ¿no será mucho? A la mayoría de las niñas no les interesa el fútbol. Y entiendo a los que sí, pero de ahí a cerrar un colegio porque la selección chilena estará 90 minutos tras una pelota, o dejar de hacer clases porque juega Italia con no sé quién, me parece demasiado.

La vida sigue. No se detiene porque estos jugadores anden tras un balón. Además de que si ganan o pierden, básicamente las cosas seguirán igual. Bueno tal vez no para algunos. Para algunos quizás “la marraqueta será más rica” a la mañana siguiente. Y los jugadores, técnicos y demás involucrados verán abultadas sus billeteras. Pero el resto. O sea nosotros, los ciudadanos comunes nos seguiremos levantando a la misma hora cada mañana, haremos los mismos trámites, e iremos cada uno a lo suyo, apretados en el metro como es habitual. A la espera eterna de un Transantiago o gastando bencina en un taco.

Me siento invadida. Mi celular recibe mensajes cada dos segundos para que instale aplicaciones que no me interesan: estadísticas, horarios de partidos o jugadores. Hay tanto por hacer y la cantidad de recursos utilizados en esta empresa me parece excesiva. Poco aporte para un país que tiene evidentemente temas muchísimo más urgentes que solucionar. Temas como la pobreza y la delincuencia. Pero al parecer gracias al manido “modo mundialero” a nadie le importa.

Para qué decir de la televisión abierta. Hay que ver sí o sí algo relacionado con una pelota o sino no se ve nada. Desde las noticias que dedican el 90% de su tiempo a Brasil, hasta los programas hechos especialmente para hablar con los futbolistas, que están o no jugando, o con las señoras de estos que tienen más o menos zapatos que el mundial pasado, o por supuesto con él infaltable jugador del recuerdo y su proeza: Cazzeli y su famoso penal. ¿A quién diablos le importa?

A mí por ejemplo, siempre me han gustado las motos. Especialmente el enduro, y sé que aunque no sea un deporte masivo, tenemos exponentes chilenos buenísimos que se merecerían al menos un poquito de nuestra atención. Me pregunto por qué no salen ellos en las noticias en vez de las mujeres de los futbolistas. No lo sé. Tal vez debieran matar a alguien manejando ebrios. O tener una polola que se mechonea con otra en una discoteca para salir. Por suerte esta locura y toda su parafernalia es cada cuatro años y dura solo un mes.

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