Actualidad

9 tipos de erecciones que hubiera preferido evitar

Por lo general las erecciones se agradecen, pero hay excepciones más que claras.

Las erecciones me parecen una bendición del cosmos. Doble bendición que existan siempre por la mañana. Prefiero su presencia a su ausencia, igual que la mayoría. Los penes me parecen hermosos por sí mismos y estoy de acuerdo con Sasha Grey cuando, en su novela mala llamada La Sociedad Juliette, dedica todo un episodio a loar el miembro viril.

PUBLICIDAD

Sin embargo, la vida también ofrece una que otra erección incómoda. Hablo de esas experiencias que una ni siquiera había detectado como sexuales, hasta que púmbala, zas culera, el hombre en cuestión la tiene parada, y ahora qué hacemos si esto no se trataba de sexo ni de nada.

También están esas otras experiencias que parecen prometer y se convierten en fiascos, incluso antes de tiempo. Y, como se trata de clasificar, éstas son las erecciones menos bienvenidas de que tengo memoria.

1. La diminuta

Una se imagina un mar de diversión sólo de ver al hombre con los pantalones puestos. Luego el hombre se los baja, una toca aquello, una lo observa y descubre que el pene no crecerá más… la decepción es terrible. Hasta dan ganas de llorar.

2. La del hermano

Hace muchos años, cuando todavía era inocente y no pensaba en erecciones, vi un día cómo mi hermano mayor salía de su habitación en dirección al baño. Entonces noté un objeto no identificado en sus shorts e hice toda clase de aspavientos. “¡Qué le pasa!, ¡qué tiene ahí!”. Entonces mi mamá, más o menos sensata y discreta (por lo menos en aquel entonces), me dijo en voz baja: “Tiene la pila parada.”

Y después tuvo que explicármelo todo: qué era tener la pila parada, por qué se paraba y por qué no debía hacer sentir mal a mi hermano, que amanecía así todos los días, para gozo del afortunado que a veces se quedaba a dormir en su habitación.

Hubiera preferido aprender el asunto de las erecciones de otra forma. Pero bueh.

3. La del amigo (con el que no me interesaba acostarme)

Alberca, mucha plática con ese amigo simpatiquísimo con el que nunca pensé ni pensaría irme a la cama. Ambos sumergidos. Y, de repente, por una cercanía involuntaria de cuerpos, la erección se manifiesta. Me doy cuenta, él se da cuenta de que me doy cuenta. La incomodidad se instala entre mi amigo y yo. Por fortuna, el tiempo hace su trabajo, y todo vuelve a la normalidad.

O más o menos, porque sigo viendo al amigo, sigo acordándome de la erección, y estoy segura de que él también.

4. La del compañero de clase (con el que tampoco)

El profesor era promotor de esas dinámicas ridículas de “reconocimiento” y “ruptura de hielo”, ¿saben a que me refiero? “Conectarse con el otro y su interior”, numeritos de ese tipo. ¿A quién se le ocurre poner a dos adolescentes a mirarse fijamente y luego a sobarse los hombros y la espalda?

Lo peor, al terminar el “ejercicio”, el profesor obliga a cada pareja de estudiantes a dar “testimonio de su experiencia” frente al resto del grupo. Y mi compañero y yo inventamos, en sincronía, que sí, que logramos “una conexión”. Los dos hablamos de todo lo que descubrimos en la mirada del otro y complementamos el discurso con otras mentiras.

¿Conexión? La verga.

5. La escurridiza

También conocida como la erección magaza: ahora la ves, ahora no la ves. Y una que ya hasta quería ponerse a hacer planes a futuro, a proyectar una despedida de soltera de buen gusto.

6. La falsa

Hablo de ese momento en que estás a punto de tener sexo con una mujer, porque quieres probar, satisfacer la bicuriosidad etcétera, y ella saca de su bolso un strap-on pavoroso. ¿Soy muy de vainilla? Perdón.

7. La dancística

El cincuentón te saca a bailar en un ritual arcaico que no deja de tener su encanto. No dices que sí porque te parezca guapo ni quieras nada ulterior, sino por bailar, es en serio. Y, a medio vaivén, sientes aquello, y tú le das las gracias, buenas noches, con permiso, fue un placer, aunque no sea cierto.

Obvio, si el danzante hubiera sido Ryan Gosling, por decir un nombre, otro gallo te habría cantado.

8. La inexistente

Casi la peor de todas. Te mueres por que suceda, pero la erección no llega, el sexo menos. Prefiero cualquiera de las otras erecciones que he mencionado (menos la del hermano) a la crisis de la ilusión perdida que viene después de una erección mil veces imaginada y, a la hora de la hora, inexistente. Dicen los que saben que el origen de esta erección se explica mediante el karma.

9. La del transporte público

Ni explicación se necesita, casi todas sabemos cómo funciona, y tenemos claro que es una putada. Porque, caray, los dueños de las erecciones anteriores por lo menos no actuaban de mala fe.

Tags

Lo Último