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Las chicas de secundaria que aprendieron a construir robots

¿Quién dijo que a las niñas no les gusta la robótica?

Lo que nació como un proyecto de integración, representó todo un cambio en la cultura tecnológica de una comunidad. Este club de robótica para chicas ha hecho que algunas alumnas cursen carreras universitarias relacionadas con las ciencias, con todo y que todo parecía indicar que “la tecnología no era para mujeres“.

Fredi Lajvardi ha escuchado un montón de veces que los robots no son cosa de chicas. Es profesor de ciencias en una escuela urbana de Phoenix, en donde se dio a la tarea de reclutar alumnas para un club de robótica.

Mientras tanto, estudiantes y maestros hombres le decían como éstas:

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Las mujeres no son buenas construyendo cosas, no les interesa la ingeniería, no saben usar herramientas.

Pero siguió intentando, incluso cuando algunas chicas se negaban a pertenecer a su club.

Solucionar un problema de minorías

Nacido en Irán y residente de los Estados Unidos desde que tenía un año de edad, Fredi se enfrentó con situaciones de acoso cuando iba a la secundaria: era parte de una minoría. Decidió convertirse en profesor, entre otras razones, porque quería ayudar a los jóvenes a sentirse cómodos consigo mismos.

En 1988 obtuvo un puesto en la Carl Hayden Community High School de West Phoenix, en donde la mayoría de los alumnos son inmigrantes de bajos recursos. Nadie habría imaginado que una escuela como ésa tuviera un programa de robótica.

¿No será que los alumnos sacan bajas nota porque no se espera otra cosa de ellos? Eso fue lo que se preguntaron But Lajvardi y Allan Cameron, otro profesor de la misma escuela. Para cambiar un poco ese panorama, ambos fundaron el Falcon Robotics Team en 2001.

Al principio fue tan difícil convencer a los alumnos de integrarse, que los maestros ni siquiera se preocuparon por que no hubiera chicas en el equipo. Quienes lo conformaban eran estudiantes con problemas, que a veces preferían quedarse en la escuela después de clases con tal de no volver a casa.

Los marginados, los raros, aquellos con los que nadie se sentaba a la hora del lunch… ésos eran los miembros del club. Incluso hubo un chico que era pandillero y que logró construir cosas increíbles. Cuando Falcon Robotics Team ganó una competencia nacional de robótica en California, comenzó a atraer miradas. Una historia como de película.

Una versión femenina del club

A los profesores les preocupaba que el equipo estuviera dominado por hombres. Aunque había chicas, ellas no se metían de lleno con la ingeniería, sino que se dedicaban más bien a labores de comunicación: diseñar carteles, redactar, hacer presentaciones.

Diana Guzmán, quien formó parte del club en aquel entonces, comenta:

Construir cosas no formaba parte de nuestra cultura. Se espera que nos quedemos en casa, cuidando a nuestros hijos.

Se trata de un problema extendido: en la educación media y media superior, las niñas suelen sobresalir en matemáticas y otras ciencias, pero luego crecen, llegan a la universidad, se casan, se vuelven madres, sus vidas se complican, de manera que sólo el 18 % de las graduadas de ingenierías son mujeres.

Lajvardi y Cameron abrieron en 2007 una versión del club sólo para mujeres. Si eran malas para soldar o no tenían ciertas habilidades necesarias, pues que se las arreglaran, tenían que aprender. Así comenzaron a trabajar en un robot que los chicos ya habían comenzado a construir.

Casi de manera inmediata, lograron resolver problemas que ellos no habían podido enfrentar.

Poco tiempo después, las integrantes del club viajaron al torneo Dean Kamen’s FIRST, una competencia que mezcla robótica y basquetbol. No llegaron a la final, pero se quedaron con una experiencia memorable.

A algunos les pareció mala idea que el equipo femenino participara. En un foro de la competencia, se leyeron comentarios como éste:

Enviar un equipo de puras niñas para que ‘vivan la experiencia’ es poco realista y, en mi opinión, no sólo no les aporta nada sino que puede herirlas, haciéndoles creer que esa experiencia irreal es verdadera, algo que jamás vivirán en el mundo real.

Sin embargo, los titulares del club se dieron cuenta de que habían logrado su objetivo: las niñas ahora participaban activamente en todos los aspectos de la construcción y operación de robots; se sentían cómodas armando un chasís o reparando problemas de cableado.

Mientras al principio ninguna chica se acercaba al equipo, ahora éste tenía fama de divertido y emocionante, y se le comenzaba a ver como un camino hacia la universidad. Así fue como se estableció una nueva cultura de la tecnología en Carl Hayden Community High School.

Mujeres y robots: hay futuro

Diana Guzmán, quien fuera integrante del club y ahora ahora es egresada de un posgrado en la Universidad de Nueva York, dice:

Ese equipo me dio la oportunidad de hacer algo grandioso, que no habría podido hacer de otra forma.

Ella y otras graduadas del Falcon Robotics han logrado carreras en ingeniería civil, electrónica y mecánica, informática y otras ciencias. Resulta que a las chicas sí les gustan los robots, después de todo.

El club sigue existiendo. Las niñas que lo integran son todas diferentes. Hay porristas, estrellas del atletismo, cantantes, amantes de los automóviles… Pero todas tienen algo en común: pueden construir robots increíbles.

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