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El amor que intoxica

Parece obvio eso de no dejar que ninguna persona atente contra ti, por mucho que la quieras. Pero no es tan sencillo.

No soy ninguna experta en el amor –creo que nadie lo es—, pero hay algo muy claro y que he aprendido a lo largo del tiempo. Y es que no todas las formas de amor son buenas, solo por el hecho de que (creemos) hay amor de por medio.

Siempre llega ese momento en el que todas nuestras creencias equivocadas sobre el amor salen a relucir, en el momento menos prudente. Incluso cuando la relación está tranquila de verdad. Pero nos llenan de listas interminables de sugerencias para ser y encontrar a la pareja perfecta, y a veces terminamos haciéndolo peor.

Una de las premisas para que toda relación funcione, consiste en aceptar la forma de ser de la persona, y ni se te ocurra insinuar que quieres cambiar algo de ella en algún momento porque te conviertes en la mala del cuento.

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Y está bien, hay que aceptar esa parte, siempre y cuando su estilo de vida no dañe tu salud emocional o física.

He ahí el problema. Parece obvio eso de no dejar que ninguna persona atente contra ti, por mucho que la quieras. Pero no es tan sencillo.

Bajo la nube del enamoramiento, es muy común que vayamos por ahí justificando todo si se trata de la persona que queremos y a la que tenemos en el pedestal más alto del universo. Entonces nos entra una especie de síndrome, al que muchos llaman: “el síndrome del perismo“.

Es medio agresivo, pero es que tuvo un día difícil.

Pero, pero, pero. Y no me van a dejar mentir, que cuando se escuchan diciendo esto, hasta piensan en lo ridículo que suena.

Hay justificaciones bien fundamentadas y clasificadas ya en nuestro sentido común. Porque bueno, si alguien tuvo un mal día y está de malas, no pasa nada. Pero, ojo, si para estar con alguien debes anular tus inconformidades, dignidad y todos tus paradigmas, algo anda mal.

Entonces, no es que los amores sean tóxicos, las personas son tóxicas desde antes de tener una relación. Tenemos la idea de que percibimos al mundo como nos percibimos a nosotros mismos. Si nuestra percepción está distorsionada, imagínate cómo termina todo esto.

La verdad es que tampoco es que andemos buscando el mismo patrón en nuestras relaciones, no tiene nada que ver con tu papá o el reemplazar a alguien. Tiene que ver más bien con tus miedos y creencias equivocadas.

Si soy una persona desconfiada, voy a ver en otra persona desconfiada una salida de este mundo tan hostil. ¡PUM! Ya me enamoré.

La idea es prevenir, no curar. No esperar a que estemos súper clavados para empezar con el “síndrome del perismo“, y estar repartiendo esas frases de justificación tan trilladas, y observar. Si todo fluye en armonía, vamos con todo, si se prenden varios foquitos, entonces paramos y nos retiramos a tiempo. Sin remordimientos.

Gracias por ser, estar y compartir.

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