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Una vida sin instrucciones

Quisiera unas instrucciones para la vida, tan simples como las del shampoo.

Me detuve a leer la etiqueta del shampoo y me encontré con unos cuantos secretos. La vida nunca te presenta instrucciones de cómo peinarte, cómo enfrentar un primer día de clases, cómo no llorar cuando todo en el trabajo sale mal. Sin embargo, en una simple botella sí existen unas instrucciones:

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Masajee el cabello mojado hasta hacer espuma (espuma: masa de burbujas que se forma en la superficie de algunos líquidos). Enjuague (si escribes más de tres veces la palabra enjuague en una hoja en blanco ésta te parecerá extrañísima). Para mejores resultados utilice el acondicionador.

Claro, ahí radica todo: la vida siempre te exige mejores resultados y esas son las instrucciones que necesitamos, porque nunca será suficiente el shampoo, también es necesario el acondicionador para un «mejor resultado».

De eso se trata todo: una casi nunca está conforme con el resultado inicial, ¿por qué seremos así? Tenemos que leer tres veces el reporte del mes y claro, poder recibir un mensaje antes de dormir para poder apagar la luz con calma.

Quisiera unas instrucciones tan simples como las del shampoo, tan descorazonadas, tan frías… para que todo lo que yo haga parezca que excede las expectativas de la vida (si es que a la vida le importa).

Al ser una maniática de que las cosas me salgan como yo quiero, a veces me encuentro con una infinita felicidad al dejar que todo se salga de control, al romper todos los instructivos o reglas (aunque eso amerite noches sin dormir cuando ya no puedo evadir las responsabilidades).

En algunas ocasiones pienso que las mujeres somos como el agua: si estamos limitadas por un contenedor, como un vaso, permanecemos en absoluta calma, pero también en nuestro estado más aburrido.

En cambio, observo el mar y pienso que ese es nuestro mejor estado: salvaje; a veces violento, otras tantas sosegado, pero siempre con emociones infinitas que nunca llegaremos a entender.

En lo que nos convertimos en mar, pienso en lo que decía Virginia Woolf:

No puedes encontrar la paz, evitando a la vida.

Entonces tal vez comience a trabajar en uno de esos instructivos parecidos a los de cualquier producto corporal. Al fin y al cabo, ¿quién los lee?

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