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La indiferencia a la homofobia

Los ataques a homosexuales parecen ser tema solo cuando hay un caso de extrema gravedad. Pero… ¿Qué pasa cuando la homofobia es más velada?

Hace un par de días murió Claudio Olivares Bignani (48), luego de permanecer 13 días en coma por un presunto ataque homofóbico. No tan bullado como el caso Zamudio, que nos removió el alma, la muerte de Bignani pasó desapercibida, y su caso también.

El 24 de enero, Bignani fue encontrado inconsciente en la calle Achaco con Pisagua, en Antofagasta, a sólo una cuadra de su casa. Tenía severos daños en el tórax, fracturas, además de tener su riñón y pulmón comprometidos. Claudio trabajaba en el Consultorio Sur, y según lo que dicen testigos y su familia, “fue arrojado de un auto y arrollado en dos ocasiones. El día anterior había recibido amenazas de muerte de un sujeto en razón de su orientación sexual. Creemos que fue un ataque homofóbico”.

No hay certezas de que haya sido un ataque. Faltan pruebas contundentes, a pesar de que la familia incluso le entregó al Movilh unas amenazas del supuesto agresor, que decían: “Estoy eliminando mucha lacra y personas que no sirven. ¿Descubrirán quién es el asesino?”. Pero las amenazas, al parecer, no validan teorías.

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Y eso me molesta. Porque una amenaza o molestar a alguien por su orientación sexual en Chile no recibe castigo alguno. Recuerdo las burlas en el colegio, pero ¿qué te enseñan? A hacer como que no te molesta nada, que ignores a las personas, que no te enojes ni te sientas ofendido por las burlas. “No seas tan sensible”, decían. Pero lo soy.

Ahora, no es que no tenga sentido del humor ni me pueda reír con una broma sobre la homosexualidad, con personajes en la televisión o representaciones de actores y actrices. Pero soy sensible y me molestan los grititos en la calle, los comentarios cuando le tomo la mano a mi pololo, los “uuuy” cuando se me escapa mi voz aflautada y pituda. Y siento que hay una aparentemente indiferencia ante la homofobia. Una permisividad con cosas que no permitimos con otras minorías. ¿Por qué no podemos indignarnos por la burla más simple? ¿Por qué tenemos que aceptar e ignorar las burlas, amenazas, gritos?

Me pregunto qué hubiera pasado si Claudio, en vez de ignorar las amenazas, de hacer oídos sordos a las burlas, hubiese hablado. Enfrentado. Y luego me cuestiono: ¿Hay espacio en nuestra sociedad para eso, sin que seamos considerados densos y malas personas, sin sentido del humor?

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