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Sologamia y Día del Soltero, ¿la otra cara de San Valentín?

San Valentín y el Día del Soltero están cortados con la misma tijera, una bastante incómoda.

San Valentín, día de los enamorados. Mientras unos intercambian flores, chocolates y hasta juguetes eróticos, otros prefieren acentuar su soltería. El Día del Soltero se celebra desde 2002 y se propone combatir la melcocha del 14 de febrero, a veces con métodos tan obvios y consumistas como los tradicionalmente asociados con esta fecha.

Hay entusiastas y detractores del día del amor y la amistad, pero incluso quienes presumimos de indiferencia al respecto terminamos hablando de ella, como yo, que escribo este post, precisamente hoy.

El Día del Soltero o Single Awareness Day (SAD) se propone defender la autonomía, la decisión de vivir “sin ataduras”, o por lo menos sin las ataduras del amor, porque ataduras en general sobran: las hay de diferentes clases, casi todas en vistosos empaques.

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La tendencia a la soltería también siente la desesperada necesidad de hacerse pública. Porque la soltería ha existido siempre, pero cada vez es más común encontrarse con neologismos o “movimientos sociales” asociados a esta tendencia.

Los quirkyalones, por ejemplo, son personas que no se niegan a las relaciones de pareja, pero que aseguran sentirse cómodos con la soltería, por lo que deciden aprovechar las amplias posibilidades que la libertad les ofrece. Se habla también de neosoltería como un estilo de vida por convicción.

En esta misma línea pero en español, se habla de sologamia, cuyas “militantes” sostienen que la mujer soltera es más independiente y activa. Algunas de ellas optan por casarse consigo mismas: una paradoja en tanto emplean el mismo ritual que rechazan.

En 2010, los diarios comentaron el caso de Chen Wei-yih, una taiwanesa que estaba por cumplir 30 y que, harta de la presión social (“¿por qué no tienes novio?, ¿para cuándo el matrimonio?”), decidió celebrar una boda en que ella era la única contrayente.

Se vistió de blanco, se puso velo, sostuvo un ramo de flores entre las manos. Incluso organizó una fiesta con 30 invitados. Y luego se fue de luna de miel, sola, a Australia.

Algunos partidarios del Día del Soltero mencionan que el principal objetivo es festejar la independencia, y aclaran que no se trata de denostar San Valentín sino de celebrarlo a partir de la soltería, en una especie de reinterpretación.

Manuel Turren, terapeuta especializado en parejas, comenta a propósito de la tendencia:

La gente piensa que por no tener una pareja no tenemos amigos, pero no es así. Tenemos amigos y un estilo de vida que elegimos y compartimos con muchísima gente en todo el mundo.

Así, nos encontramos con propuestas de autorregalos, celebraciones en solitario o en compañía de otros solteros: prohibida la entrada a parejas y enamorados. Hay quien habla de regalarse flores a uno mismo, de invertir en el amor propio, y no nos extrañemos si uno que otro se envía cartas de amor por correo postal.

Otros dicen valerse del Día del Soltero como un manifiesto contra el consumismo y proponen evitar gastos innecesarios, típicos en San Valentín: chocolates, flores, joyas y otros objetos triviales (encantadores en su mayoría).

El mercado, está lleno de alternativas anti-San Valentín: kits de supervivencia para despechados, flores muertas, muñecos vudú en diversas presentaciones, camisetas con leyendas aptas para forever alones, opciones que pueden comprarse todo el año pero que, en San Valentín, son altamente consumidas por solteros y sológamos en su afán por no dejar pasar en blanco el 14 de febrero.

Además, existen aplicaciones móviles y sitios web dedicados a borrar del panorama a las exparejas, porque a veces no basta con bloquerlas en Facebook, una práctica poco civilizada, casi arcaica.

Podremos encontrarnos con diferentes argumentos y definiciones del Día del Soltero, y habrá quienes insistan en que la celebración no representa una declaración de guerra a los partidarios de San Valentín.

Pero, en diferentes niveles, la tendencia reprueba la fecha. Y, a falta de mejores ideas, imita sus dinámicas y termina emparejándose con lo que critica, porque comparte ese interés terco en manifestar públicamente una condición elegida.

Quienes dicen que San Valentín es un excelente pretexto para que las tiendas nos vendan cosas que no necesitamos, ahora tienen otro enemigo a combatir: el Día del Soltero, ocasión ideal para hacer regalos “de protesta” o para gastar dinero en las joyas que uno mismo ha de ponerse, en los chocolates destinados a ser comidos en soledad.

San Valentín y el Día del Soltero están cortados con la misma tijera, una bastante incómoda.

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