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Unas líneas para ellos

Hombres, es momento de sumar y hacer equipo con ustedes. Los queremos, gracias por existir.

Aclaro que este no es un post en contra de las mujeres (a las que admiro profundamente) que luchan día con día por obtener el lugar que merecen en el mundo. Lo reconozco, me pongo de pie y lo apoyo totalmente. Una vez aclarado el punto, continúo con mi columna.

Hombres. Todos los artículos en donde hablamos de ustedes son para declararles nuestro amor, pero nunca la paz.

No es que los vaya a poner en un pedestal o les vaya a hacer reverencia, es una cosa ligera, un acto de humildad y reconocimiento a lo que hacen de su maravillosa existencia, y al mismo tiempo solidarizándome con su parte humana, esa que nos hace inseparables.

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Es hora de agradecer el momento fugaz en el que hacen acto de presencia para recordarnos que están ahí, todo el tiempo. Torciendo los ojos cuando hacemos dramas, tratando de entender por qué lloramos, por qué decimos que no cuando sí y al revés.

¿Cuándo se nos olvidó que ustedes también tienen días difíciles y emociones que no entienden ni dominan? Nosotras queremos que nos escuchen y además comprendan todo: que podemos gastar mucho dinero en un vestido que solo nos vamos a poner una vez, que siempre pensamos en el futuro, que los idealizamos mucho, que queremos cuestionarlo todo, que creemos con pasión en nuestro sexto sentido y que nuestra intuición nunca nos traiciona.

Que si sentimos que algo está mal, casi siempre es verdad, que queremos expresarlo todo, encontrar mil formas de decir lo mismo y al mismo tiempo no queremos decir nada.

Acepto que he olvidado muchas veces la parte dura de la vida que también les ha tocado. Que ser educados para proveer no es cosa fácil, que reprimir sus emociones por temor a ser señalados como débiles los ha llevado al hermetismo y que los hemos mal juzgado de insensibles.

Así como nosotros rechazamos la idea arraigada de la mujer sumisa, obediente y siempre dispuesta, ustedes también han tenido que luchar con todo y contra todo para ser los mejores proveedores, los mejores hijos, novios, esposos, solteros, amigos. Y siguen luchando en silencio, porque tal vez hagan falta más movimientos que los defiendan y les den el lugar que merecen.

Les plantaron el chip para cumplir las enormes expectativas que tenemos sobre ustedes: ser el mejor, el más fuerte, el más exitoso, el más guapo. El que a los 36 ya no viva con sus padres, el que no sea tan apegado a su madre, el que a los 25 ya pueda pagar una cena para dos y antes de los 40 ya quiera casarse y formar una familia.

Incluso algunas mujeres quieren que entiendan por qué no los necesitan, por qué su sola presencia les molesta y les estorba. Siendo honesta, cada vez los hemos desplazado más en lugar de involucrarlos en nuestra lucha.

En pleno 2015, las mujeres seguimos reclamando lo que a veces hemos sido incapaces de hacer, exigimos igualdad pero no siempre hemos sido claras en qué y esto nos ha llevado a la generalización rimbombante. No todos ustedes están mal. Tengo el ejemplo de grandes hombres en mi vida, aquellos que me han hecho descubrir sensaciones únicas, sentirme más mujer; plena y capaz de amar.

No estoy tomando ningún partido. Quiero que sepan que amo con locura ser mujer, porque de otra manera no sería ni tantito feliz y no tendría la oportunidad de saber lo que se siente ser amada por un ser tan maravilloso: el hombre que tengo a mi lado, mi padre o mis amigos.

Ser hombre o ser mujer no debería verse como un estereotipo manipulado. No es una guerra, somos cómplices de las mismas necesidades. La intención no es menospreciar la labor femenina, sino sumar y hacer equipo con ustedes, que sepan que sí hay mujeres que ven el amor y la valentía con la que se enfrentan a la vida. Gracias por existir.

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