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A mi enemigo, gracias

Ojalá dejes de esconderte en mi sombra, ojalá cedas a la belleza de las cosas sin molestarte. Ojalá te rindas.

Cuántas veces no he sentido la rabia, como si el cuerpo me ardiera y una bomba de palabras quisiera salir de mi boca contra lo primero que me encuentre. El simple hecho de respirar me da derecho a sentir que puedo hacer algo en contra de lo que sea que me haga daño.

Es mi condición lo que me hace buscar a toda costa la manera de sobrevivir entre un mundo de extraños, donde parece que todos vivimos compitiendo por ser los mejores, llegar primero y tener más. Y qué sería de un momento de gloria sin un corazón frívolo que lo impugne.

A mi enemigo, gracias. Por dejarme ir más allá de mis límites, y cada vez un poco más. Por sentir ese impulso siniestro que me empuja al precipicio desde donde tomo vuelo. Gracias por darme estas alas enormes y el privilegio de usarlas cuando me venga en gana.

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Porque las ataduras existen, es que conozco el placer de mi propia libertad. Cuando al cortar los hilos, descubro lo lejos que llego hasta dejarlo minúsculo. Ahora entiendo la pequeñez de sus arrebatos y descaros, cuando intentaba despuntar entre las multitudes. A mi enemigo, gracias, porque en su existencia se encierran las razones que me han hecho grande e infatigable.

Nadie se salva de una risa malintencionada, ni el deseo insidioso de los que quieren sacar ventaja, pero he aprendido que no gana quien llega primero a su objetivo, sino el que hace más amigos en el camino.

A mi enemigo, gracias; al tiempo robado, el agobio y la ilusión estéril, por hacer que me convierta en la persona que siempre he querido ser: sincera, necia con la vida, guerrera y defensora de mi vulnerabilidad.

Ojalá pudiera convertirte en algo físico y tangible, para saber de qué estás hecho y desde dónde vas a atacarme. Apuntas justo en aquello que duele, enfrentándome a batallas funestas.

A mi enemigo, gracias, por las veces que lo perdoné forzosamente, nunca imaginé que mi espíritu se engrandeciera tanto solo por condonarle. Hoy comprendo más que nunca la belleza que surge del acto. Perdonar implica amor, y gracias a él tengo el corazón más fuerte que nunca.

He descubierto mi alma de las capas de su desdicha, su inconformidad con la vida me descubre un mundo lleno de ventajas y oportunidades. Ojalá no fuera tan infeliz ni veleidoso, para que me acompañara a disfrutar de la tremenda libertad que se siente cuando dejas de ocuparte de otros y empiezas a ocuparte de ti.

A mi enemigo, gracias, por la hostilidad y prohibiciones, por tapar mi boca con sus manos gélidas y escamosas, por ponerme frente al miedo y enseñarme la verdad. Hoy soy más valiente y generosa con los otros por todas las memorias que guardo en las cicatrices de tu guerra.

Después de todo, me siento victoriosa y dispuesta con la vida. No has logrado quitarme el valor para luchar ni para hacer de tu fuerza mi fuerza. Seguiremos acompañándonos mientras no encuentras una razón para seguir tu propio camino.

Ojalá dejes de esconderte en mi sombra, ojalá cedas a la belleza de las cosas sin molestarte. Ojalá te rindas.

 

 

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