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¡Feliz Día Internacional de la Felicidad!

Aunque hoy es el Día de la Felicidad, podemos plantearnos el desafío de ser un poco más felices cada día con pequeños detalles.

Cuando nos hablan de felicidad, no sabemos mucho qué decir. Algunos creen que la vida está llena de momentos agradables y de eso se trata la felicidad, y otros creen que es posible alcanzar un nivel de felicidad que se extrapola a todos los aspectos internos y externos.

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Hoy es el Día Internacional de la Felicidad, fecha que se celebra desde el año 2013 pero que en 2012 fue instaurada por la Asamblea de las Naciones Unidas como la ocasión para celebrar la felicidad en todo el mundo.

Son muchas las visiones y perspectivas que le podemos dar a este día. Podemos preguntarnos a nosotros mismos qué tan felices somos, en qué basamos nuestra propia felicidad y si el mundo en el que vivimos contribuye a que las personas se sienten felices.

Tal como lo tituló el Dalai Lama en su libro “El Arte de la Felicidad“, la felicidad se construye y se trabaja, pero siempre nace de una inspiración interna. El  ser humano desea ser feliz, su naturaleza lo dicta, pero hay muchas distracciones que lo desvían del camino.

El Dalai Lama afirma que el propósito de la vida del ser humano es buscar la felicidad y todo lo que hacemos responde a un anhelo enorme de encontrar ese camino que nos haga llegar a la felicidad plena.

Sin embargo, al plantearlo así suena un poco utópico. Más que pensar en la gran felicidad o en la sensación completa de plenitud a la que un ser humano puede llegar, es importante fijarse en las pequeñas cosas que pueden hacer que un día negro se convierta en azul, amarillo o verde.

La sonrisa siempre será generadora de felicidad. No importa si a veces no nos nace, hay momentos en que esa sonrisa genuina se expresa en nuestro rostro y con eso, proyectamos a los demás un sentimiento positivo.

Aunque suene cliché, el amor también es una fuente importante de felicidad, y más aún si ese amor nos permite conocernos más y ser conscientes de lo valiosos que somos para nosotros mismos y los demás.

Volvamos a ser niños, aunque sea por un momento. Los niños no ven la maldad y son tremendamente felices con detalles que cuando somos adultos consideramos insuficientes u obviamente, infantiles. Un niño puede alcanzar la máxima felicidad con una caja de cartón y con eso le basta.

Busquemos fuentes de felicidad sanas y nobles, no basemos nuestros “buenos momentos” en burlas hacia los demás o vicios que lo único que hacen es alejarnos del objetivo de ser felices.

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