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Yo mataré monstruos por mí

Para lo que venga en el futuro tal vez sí necesite a mis aliados, pero pase lo que pase, sé que siempre mataré monstruos por mí.

Cuando era muy pequeña le tenía miedo a crecer, recuerdo un par de ocasiones en las que lloré sin control, pidiéndoles a mis abuelos que no me dejaran crecer.

Lo inevitable sucedió, hasta que de pronto me acostumbré a que los días pasaban, mi estatura cambiaba y bueno, todo a mi alrededor era diferente. Sin embargo, llega un punto en el que te das cuenta de que ese futuro que tanto te aterraba se convirtió en un presente inminente.

Hoy me aterran distintas cosas, todas ellas son consecuencia directa de haber crecido. En mi lista de pendientes se suman más y más cosas y de pronto mi cabeza está hecha un lío, mi corazón roto por algún enfrentamiento directo con la adultez y unas cuantas cuentas por pagar.

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Más allá de las cosas meramente cotidianas, vivo en una constante lucha con mi cuerpo, mi mente y mis emociones. «¿En qué momento me convertiré en la última versión de mí misma?» ¿Ya saben? En el archivo final, en el que podemos enviar con confianza en un correo electrónico. No lo sé. Y tampoco creo querer saberlo.

Lo que sí sé es que en estos días me he sorprendido a mí misma siendo más adulta que de costumbre: entendiendo que la gente mayor casi siempre cree tener la razón, que mi jefa por algo es mi jefa y que cada día aprendo más de ella, que nunca me sentiré del todo bien si consumo más lácteos que cualquier otro grupo alimenticio, etcétera, etcétera, etcétera.

En fin, debo entender que no puedo aferrarme a los restos de mí que quedan de mi infancia o de mi adolescencia, y que en definitiva ya no soy universitaria como para comer quesadillas día y noche.

¿En qué momento decidimos crecer? No lo sé, pero ahora me desmaquillo siempre antes de dormir y uso exfoliante de cuerpo. Me faltan muchas cosas, yo lo sé, como entender que mi corazón es volátil y que los regaños o las cosas que me salen mal no suceden porque el mundo esté en mi contra, suceden porque es un mundo de adultos y los adultos tienen esa tendencia a ser inclementes.

A veces tengo mucho miedo de no entender más allá de mi zona de confort y gracias al cielo por eso existen los días en los que me dejo llevar por un llanto infinito y no hay caja de Kleenex ni persona que me aguante.

Ahora sé que aunque tuviera un ejército a mi lado, esta batalla llamada “crecer” es una que debo pelear yo sola y que ni las donas de chocolate, ni las miles de excusas, ni mucho menos esconderme debajo de la cama, me salvarán de lo inminente: la primera fase de ser adultos.

Para lo que venga en el futuro tal vez sí necesite a mis aliados, pero pase lo que pase, sé que siempre mataré monstruos por mí.

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