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De lo malo, lo bueno

Siempre llega un punto en la vida en el que finalmente todo encaja, todo tiene sentido y todo es como debería ser.

Pasamos la mayor parte de nuestra vida imaginando cómo las cosas estarían mucho mejor, quejándonos o arrepintiéndonos. Rara vez nos tomamos un momento para agradecer lo que tenemos justo ahí, justo ahora.

La vida tiene maneras infinitas y duras de darnos las lecciones y mostrarnos las opciones. Imagino que, justamente, es en esos ratos de inconformidad en los que si quizá pusiéramos más atención, si tan solo pudiéramos quitarnos los prejuicios y la idea de que todo debe estar perfecto siempre, tal vez en esos momentos incómodos o devastadores, encontraríamos el sentido de todas las cosas: el por qué y el para qué.

Los eventos inesperados y lo que duele solo son las últimas gotas de un vaso que comenzó a derramarse mucho tiempo atrás, pero hemos estado tan distraídos en lo común, que nos parecen meras fatalidades.

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No es que debamos estar esperando siempre lo peor, pero sí preparados, porque esa es la única forma en la que crecemos y fortalecemos nuestro ímpetu de buscar cosas nuevas. ¿Te imaginas que nunca tuvieras la necesidad de ir por algo nuevo? Seguramente dejarías de aprender, dejarías de sorprenderte de lo que diario descubres en ti, de lo que eres capaz y jamás imaginaste.

Siempre llega un punto en la vida en el que finalmente todo encaja, y es el momento en el que menos preparado te sientes para dar pasos. Ese punto llega disfrazado de miedo y dudas, de un “gracias por participar”, o un “me enamoré de otra persona”, o de un “podemos prescindir de ti”. Lo único que cambia es el escenario, pero el shock es el mismo.

Al principio, todo se sale de control, y ¡cómo no!, si de alguna manera te están sacando de tu zona de confort. Sin embargo, ¿me creerías si te dijera que es justo ahí, en ese segundo de terror e incertidumbre, en el que todo cobra vida? Tus sentidos se despiertan y todos tus focos rojos se encienden al mismo tiempo.

Físicamente, tu cuerpo se prepara para defenderse, todo en tu mente se bloquea porque lo único que necesitas es claridad, ubicarte en ese momento preciso, no antes ni después. Lo demás no sirve. Psicológicamente estás perdida, no sabes si reír, llorar o asustarte. No lo sabes porque no hay ningún registro de una emoción concreta.

Es justo ahí en donde tu espíritu saca la casta, y ni siquiera te das cuenta. Tu cuerpo te está dando todas las señales de que puedes continuar y no pasará nada. Pero no lo crees porque las circunstancias te están diciendo lo contrario.

Aprovecha esa resistencia, cree en la fortaleza de tu mente y en la grandeza de tu corazón. Cree que es posible distinguir casualidades de coincidencias, y toma ese momento de angustia y confusión como una oportunidad de reconsiderar las cosas.

En realidad, no hay nada inesperado. Todas las cosas que llegan y nos sacuden ya nos han sido advertidas antes y no lo quisimos ver.

Lo único que puedo decirte, es que esa es la forma en la que el Universo utiliza su magia para hacer que las cosas sucedan, y que cuando unos creen que es lo peor, en realidad es todo lo contrario.

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