Actualidad

En compañía con la soledad

Nada como sentirte a gusto con quien pasarás el resto de tu vida: tú misma.

He escuchado a muchas personas decir que le temen a la soledad. Yo le tengo más miedo a los días en los que me abandona, cuando no tengo tiempo para estar conmigo misma.

Tal vez mi condición de hija única me hizo aprender a disfrutar de tanto tiempo a solas. Siempre fuimos mi mamá y yo, ella trabajaba mucho y yo me reinventaba cada día: era maestra de una clase imaginaria, o sólo la guionista de un juego de muñecas.

Aprendí que no necesitaba de alguien más para divertirme, aprendí a adueñarme de mis propias historias desde muy pequeña. Claro, luego me di cuenta de que a veces tenía que compartir los papeles principales, pero nunca iba a dejar que nadie me hiciera sentir menos protagonista de mi propia vida.

Recomendados

Evidentemente dejé las muñecas, pero mis ganas de seguir conservando esos instantes de soledad no me abandonaron, comencé a leer, a descubrir música nueva, a imaginar una vida en la que me gustaría soñar para siempre. Sin embargo, me di cuenta de que mi fascinación por los libros también era una manera de no querer estar tan sola, de buscar conversaciones con otros, de compartir, tal vez, una manera de pensar.

Al darme cuenta de eso, de un momento a otro olvidé la soledad y comencé a conocer a muchas personas que lo cambiaron todo. Pasaba tardes llenas de risa y pláticas. Me enamoré y aprendí a compartir mi vida.

Pero un día no supe qué hacer con las manos, ni cómo soportar el silencio que me rodeaba. Un domingo me sentí sola y me culpé por haber abandonado a la soledad, por haber dado por hecho que siempre iba a estar rodeada de gente, de amigos, del hombre que amo.

Aquella tarde me supe sola, no quise salir de la cama, no me sentía capaz de ir al súper sin alguien que llevara mi carrito. Me deshice en millones de pedacitos. Tuve miedo. Tantos años siendo mi mejor compañía y de pronto necesitaba a alguien más, a todos. Poco a poco trabajé en recuperar esa paz mental, pero mis esfuerzos eran insuficientes.

No fue hasta que me mudé a la Ciudad de México que recordé lo bien que se sentía estar sola, porque en un principio no había amigos ni novio cerca. Mi familia me abrazó, me sentí protegida, pero sabía que tenía un tema pendiente con la soledad. Esta ciudad te hace sentir más sola que nunca y, sin embargo, volví a sentirme acompañada por mí misma.

Salía a correr sin compañía, me caía y me levantaba yo misma, pasaba horas en un café sin nadie con quien hablar, recorrí largos caminos al trabajo en los que me descubrí capaz de moverme sin tener que pedirle ayuda a nadie. Finalmente aprendí la lección: soy mi mejor amiga, mi mejor lectura, también mi peor enemiga, pero si no me siento bien estando sola, es probable que no le pueda entregar mi mejor versión a los que más amo.

Necesito conocerme en mis mejores y peores momentos y esos, casi siempre, surgen cuando estás más sola; cuando en la madrugada te despiertas angustiada por no saber qué pasará en un año o en una vida, pero si logras calmarte y darte la confianza de que todo estará bien, sabrás que lo lograste, que tú misma puedes enfrentarte al mundo sola y así elegir a los mejores compañeros de viaje.

La vida es cortísima como para no poder levantarte antes del amanecer a disfrutar de un café y sentirte a gusto con la persona que pasarás el resto de tu vida: tú misma.

Tags

Lo Último


Te recomendamos