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La primera decisión rara vez será la correcta

El hecho de que las cosas no salgan bien a la primera, es casi una ley de vida. Entonces habrá que empezar a ser amables con eso.

A los 18 años tomé una de las decisiones más importantes de mi vida: mi carrera. Recuerdo la crisis emocional de esa época en la que mis padres y la sociedad me exigían demasiado, y muchas veces colapsé en llanto e ira por no saber qué hacer.

Al tratarse de una decisión de ese tamaño, no podía tomarlo a la ligera, pero la verdad es que no me sentía lista para hacerlo.

Elegir una carrera, al amor de tu vida y en qué invertir el dinero son decisiones que rara vez tienen éxito la primera vez.

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A partir de ese momento he tratado de asimilar que, cuando las cosas dependen de mí (que es casi siempre) lo peor que puedo hacer es ponerme en un papel castigador. O sea, temerle al error.

La gente habla de la seguridad que se debe tener antes de hacer cualquier cosa, más que seguridad, creo que se trata de valor. No tiene nada que ver una cosa con la otra.

La sociedad en la que vivo no tolera el fracaso y eso me ha llevado a desarrollar cierta inseguridad al tomar mis decisiones. Por ejemplo, no estar dedicándome a lo que me gusta, pero no hacer nada por cambiarlo dada la seguridad económica. Otro ejemplo, no estoy feliz en donde vivo, pero temo moverme porque ¿cómo sobreviviré en otra ciudad?

Al final, esa duda que causa cualquier decisión viene respaldada por un historial de fracasos o malas experiencias que se convierten en miedos como en los siguientes casos:

  1. Tus primeras 5 relaciones no resultaron y crees que jamás encontrarás el verdadero amor. Es más, no existe.
  2. Saliste de la Universidad y tardaste 2 años en encontrar trabajo. Ahora no quieres dejarlo porque seguramente no habrá una mejor opción.
  3. Tu sueño es dedicarte a la pintura, pero la última vez que lo hiciste no vendiste tu obra, entonces quizá no es lo tuyo.

En los 3 escenarios anteriores, no sólo estamos cargando con los errores pasados, sino que también estamos construyendo muros para no intentarlo de nuevo. Quiero decirte que ni siquiera media vida de decisiones equivocadas garantiza un próximo fracaso.

Pero como todo, para acabar con la maldición, se requiere un esfuerzo. El hecho de que las cosas no salgan bien a la primera, es casi una ley de vida. Entonces habrá que empezar a ser amables con eso.

Entendámoslo así: a los 18 años tuve que decidir la carrera que me haría feliz a los 40. En ese rango de tiempo hay un número infinito de posibilidades de que mi vida cambie. Por lo tanto, equivocarme de carrera no determina si fracasé o no. Igualmente en las relaciones.

Piensa en tu primer novio, con el que idealizaste toda una historia de amor y no funcionó. Ahora piensa en tu relación actual. ¿Notas alguna diferencia? Yo sí, y o te conozco, pero te aseguro que gracias a cada experiencia te has convencido de lo que no quieres en un noviazgo, o matrimonio, etc. No por eso renunciarás a la posibilidad, ¿cierto?

Entonces, para concluir…

  1. Hasta las peores decisiones nos hacen crecer.
  2. Si te quedas en donde sabes que todo está bien y no hay lugar al error, estás menospreciando tu potencial y perdiendo las mejores oportunidades de tu vida.
  3. Nunca esperes a estar listo, eso no sucede. Mientras más rápido te equivoques, más rápido conocerás el camino correcto.
  4. El hecho de haber fallado antes no es una excusa para estar siempre esperando lo peor o dudar de ti.

 

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