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El dilema de la palabra “señora”

Una palabra que en la antigüedad servía para demostrar gran estima y respeto, hoy ha devenido a convertirse en una potencial ofensa

A todas nos ha pasado al menos una vez: cuando vas por la calle, o a alguna tienda, cualquier cosa que requiera interacción social con desconocidos y de pronto alguien te suelta una contestación con la palabra “señora”.

De inmediato, pasa por tu cabeza:

¿Acaso ya me veo vieja? ¿Será que no dormí bien? Ay no, seguro ya subí de peso.

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Al menos si me pasa en el súpermercado, puedo atribuirlo a ir cargando las bolsas del mandado, pero en cualquier otra circunstancia, me doy cuenta de dos cosas: a prácticamente cualquier mujer le causa molestia que la llamen así, y lo segundo es que ya es una palabra que en este siglo nos queda chica.

En las novelas de caballerías, en las que relatan cómo los caballeros defendían a sus damas, o las salvaban de inumerables aventuras, solían llamarlas, con todo respeto y afecto como “mi señora”.

Pero muchas cosas han cambiado en el uso de la lengua: en primera, no todas las damas esperan por un caballero que las salve, es una labor que pueden hacer solas, aunque no les molesta compartir con alguien.

En segunda, señora es la palabra que usamos para aquella mujer que está casada. Dicho de otra forma, que ya no es virgen. Pero en el ideario contemporáneo, si nos referimos a una señora, pensamos en alguien que “ya está grande”, que tiene hijos, un camino recorrido y tantas otras cosas que distan mucho de ser positivas. A los términos más fríos de la palabra, que es “propiedad de alguien” (señora de…).

Y no es de sorprender que las mujeres jóvenes, casadas o no, sienten una gran repulsión por la palabra.

Me pregunto si aún nos es de utilidad, porque en vez de denotar respeto, nos hace pensar en todo lo contrario cuando alguien se expresa así hacia nosotros.

Piénsenlo: en Alemania, por ahí de los años 70s, se dejó de usar la palabra “señorita”, porque se consideró que no debía hacerse una distinción entre unas mujeres y otras por su situación marital o sexual. Aunque todas son “frau” (señora), no existe la connotación negativa, porque a toda mujer se le refiere de la misma forma.

Nunca ha existido tal distinción para los hombres. Y hoy, más que nunca necesitamos algo más neutral, ahora que cosas como “edad casadera”, o eso de esperar hasta el matrimonio para tener sexo están quedando atrás.

Antes, era normal que la mayoría de las mujeres de cierta edad estuvieran casadas, o por casarse. Ahora, esto se retrasa cada vez más, cada quien se toma la libertad de decidir en su propio tiempo.

¿No sería un buen momento para buscar palabras más neutrales? En inglés, existe la palabra ma’am, que se usaba para dirigirse a una reina o princesa, pero que en la actualidad se usa para dirigirse a cualquier mujer, sin importar si esta está casada o no.

No me importa estar cerca de los treinta. No me importa que a la gente el cabello corto le cause confusión. No me importará si ya estoy casada. Me va a seguir molestando que me digan señora.

Bien lo dice María José y todas las que la precedieron con la misma canción:

No soy una señora…

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