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Lecciones de vida: ser la única mujer en mi trabajo

Entrar en terrenos masculinos cuando eres la única mujer no es sencillo, pero tampoco es lo peor del mundo.

A pesar del enorme avance en cuestión de equidad de género, siguen siendo mayoría las empresas y corporativos en los que la figura masculina encabeza la nómina y con sueldos mayores que los de las mujeres.

Por otro lado, hay casos como el mío en los que la tendencia ejerce una especie de inercia en las empresas y por alguna extraña razón a las mujeres no les atrae la oferta.

Ser la única mujer en tu lugar de trabajo tiene sus pros y contras. Todo depende del tipo de trabajo que desempeñes y el cargo que tengas. Suena raro, y a los que se dan golpes de pecho con el tema del feminismo no les va a gustar lo que voy a decir, pero la realidad es que aún se ven tendencias machistas en la cultura laboral de mi país.

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En mi caso, el asunto no es tan grave. Mi profesión es 90% creativa y 10% técnica, lo que fácilmente acepta una diversidad ideológica en la que el tema del sexo no interfiere demasiado. Pero en casos como el de mi mejor amiga, quien es arquitecto, la cosa se pone más difícil.

Todos los días, ella tiene que caminar entre el escombro con un arnés por vigas de madera y sin perder de vista cada paso que da mientras supervisa la obra, igual que ellos. Estamos hablando de edificios de hasta 20 pisos. No obstante, ver por su seguridad y la de su equipo no es nada fácil, y mucho menos cuando tu equipo es de 40 hombres de todas las edades.

Cuando le pregunté sobre los retos que implicaba que pisara terrenos en los que muy rara vez destacaba una mujer en un puesto directivo, ella me respondió que no ha sido nada fácil hasta la fecha, y juntas hicimos una lista de las cosas que suceden cuando tienes un puesto de mando entre puros hombres, según nuestra experiencia.

  1. No importa qué tan de acuerdo o no estén contigo, siempre te escuchan y es mucho más fácil que te presten atención.
  2. Todo el tiempo te están probando. Aun cuando sepan cómo hacer las cosas te lo preguntarán como para probar tu conocimiento.
  3. Es una prueba constante de carácter y paciencia. El reto de la convivencia al principio es sumamente complicado, pero la lección más grande es la del autodominio de las emociones.
  4. Trabajar con hombres es un reto personal, ya que tu labor debe ser siempre lograr la armonía y el trabajo en equipo.
  5. Te cuidan y, si te lo ganas, puedes llegar a convertirte en una persona por la que todos se preocupan.
  6. Generalmente dejarán que hagas el trabajo más fácil. A algunas les gustará la idea, a otras no tanto, pero sucederá.
  7. Cuando te ven haciendo la parte pesada de las cosas, muchas veces no se acomedirán para ayudarte.
  8. De alguna manera te das cuenta de la importancia de tu papel en el juego y entiendes que hay que puedes enseñar y aprender mucho.

Esto por mencionar algunas cosas. Parecía algo gracioso cuando ella me comentaba que, al ser una mujer que no tenía miedo de entrar a la construcción, los chicos del equipo llegaron a manifestarle su inconformidad por recibir sus órdenes y que en lugar de ver su integración como algo que podía ayudarlos a simplificar su trabajo, la consideraban como la mujer frágil a la que todos debían proteger y cuidar.

No cabe duda que todavía hay mucho por hacer en terrenos de la equidad laboral, pero puedo asegurarles que ser parte de un equipo de chicos no es para nada dramático. Al contrario, es una oportunidad para dejar de discutir sobre quién es más capaz y reconocer las aptitudes de otros.

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