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La zona de confort en las relaciones

El juego del eterno “ni contigo ni sin ti” es el enemigo silencioso de las parejas.

Cuando estamos cómodos en nuestra relación, pensamos que todo está bien. Tenemos la idea de que las discusiones, la posesión, demandas de tiempo, celos, etc., son síntomas de que hay algo que no encaja y nos hace dudar si estamos con la persona correcta.

Pero qué tal si te digo que hay un enemigo más poderoso que eso en las relaciones, es de lo más silencioso porque se disfraza de tranquilidad y cuando lo detectas pudieron pasar años. Es de las cosas invisibles que, cuando suceden, nadie supo en qué momento empezó.

Ya entendimos que las parejas pasan por distintas etapas mientras buscan el nivel en donde puedan vibrar en la misma sintonía. Cuando lo encuentran, saben que todo está bien porque se sienten bien juntos, son capaces de aceptar las esencias más que las superficialidades. Pero lo más importante, es que la necesidad de tocarse y sentirse nunca cesa.

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Es justamente eso lo que distingue la zona de confort de la zona safe en una relación. La línea es sumamente delgada, pero si analizamos todos los síntomas y la dinámica de cada una, vamos a encontrar que en el fondo son súper distintas.

Nada justifica que una “zona de confort” como tal, sea buena. El confort nos inmoviliza, y eso no trae nada positivo. Cuando estamos en ella, todo lo que sucede es agradable, seguro y familiar. Nada puede suceder que sea tan malo porque tenemos el control sobre la mayoría de las cosas.

El hecho de que las relaciones nos den seguridad nos gusta, pero la situación con el exceso de comodidad es que olvidamos la posibilidad de perder, los pequeños detalles se convierten en obviedades y damos por hecho que la otra persona ya nos conoce y nos acepta de aquí al fin del mundo.

Una relación llega a la zona de confort, cuando ya no se necesitan físicamente. Pueden llamarse por teléfono, decir que se quieren una y otra vez, respetarse y ser fieles, pero ya no hay una necesidad de escribir nuevas historias, hacer cosas distintas, estar cerca físicamente. El deseo y la admiración son las dos primeras cosas que se pierden.

Salir a los mismos lugares, con las mismas personas o hacer lo mismo una y otra vez, nunca será algo por lo que debas preocuparte en tu relación, siempre y cuando el deseo ni la admiración por tu pareja se terminen.

El síntoma inmediato de una relación en zona de confort es la indiferencia. Podemos estar bien con él o sin él. Una pareja separada por la distancia, puede durar mucho tiempo sin verse cuando están en este nivel. Pueden estar en contacto todos los días, pero preferir mil veces más estar separados que juntos.

Las consecuencias en estos casos son raras. De repente es el enfado o el aburrimiento, o incluso empezar a convertir el amor en una amistad, ya que la única diferencia es que el deseo se empieza a perder.

No necesariamente buscan a otras personas o nuevas relaciones. Esta comodidad nos hace disfrutar más el tiempo en soledad que en compañía. Preferimos hacer las cosas por nuestro lado.

Es verdad que una zona de confort es inevitable, pero cuanto más rápido la detectemos y salgamos de ella, más posibilidades tenemos de pasar a otros niveles con nuestra pareja. Son oportunidades para valorar si el camino que hemos tratado con esa persona realmente nos está dando satisfacciones. De lo contrario, mucho más sensato es decidir un tiempo fuera pero sin dejar de movernos hacia adelante.

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