Imagina un día común y corriente de tu vida, ya sea, que estés estudiando, trabajando o simplemente haciendo nada. ¿Qué tienen en común? Mucho, porque la ansiedad, el estrés y los pensamientos negativos gobiernan tu mente aunque te encuentres relajada mirando el techo de tu casa. Suele ser peor cuando la persona está inactiva.
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Lo que trato de decir, es que si no se aprende a controlar la mente siempre se va a estar viviendo en el pasado o en el futuro, siendo que se debería vivir hoy, el presente, como un regalo.
Cuando un problema o dificultad nos aqueja, solemos buscar respuestas externamente como si los demás pudieran colocarse en nuestros zapatos. Lo cierto es que esas respuestas están muy cerca, precisamente dentro de uno mismo. Hay que conectarse a esa fuente de poder.
La única forma de calmar la mente y sentirse en paz en un mundo que parece estar al revés, es la meditación. No es necesario ser budista ni convertirse a alguna religión. Simplemente es cerrar los ojos, relajar los músculos y tranquilizar la respiración con inhalaciones profundas.
Si se dedicaran unos quince minutos de esta práctica al día, de seguro que pensaríamos distinto y miraríamos la vida desde otros lentes. De unos más optimistas y modestos.
La importancia del pensamiento positivo radica en que uno atrae lo que piensa, es decir, creamos nuestras experiencias. De ahí el dicho tan cierto “eres lo que atraes”, y lo más interesante es que somos seres divinos con capacidad mágica. Lo único que falta es conectarse a través de la meditación.
Los invito a reflexionar sobre este tema. Es una técnica tan fácil y que más encima alivia dolores. Cada uno debe descubrir lo que le acomoda, si estar sentado o acostado, si repetir mantras o hacerlo como le parezca. Sólo tienes que cerrar los ojos y sentir tu cuerpo, sentir la conexión y sumergirte dentro de tu ser.