Actualidad

A ese hombre homofóbico que adoraba dibujar penes

A ti, a ese hombre que ahora es adulto y que profesa que la homosexualidad es asquerosa, lo que tú hiciste y sigues haciendo es lo que es realmente asqueroso.

Sí, te escribo a ti. Sé que cuando veas este título, te vas a dar por aludido, aunque también te vas a sentir incómodo. Te conocí en el colegio, cuando teníamos cuatro años y éramos niños inocentes que sólo querían jugar y aprender.

Te gustaba burlarte de los demás, siempre lo hiciste y aún lo sigues haciendo. Eres de ese tipo de hombre que no sabe cómo llamar la atención, pero que la necesita tanto que decide colgarse de los demás y de sus aspectos débiles para hacer valer su propia existencia.

A mí no me interesaba interactuar contigo, pero era inevitable escuchar a lo lejos tus gritos y risas de hiena cuando festinabas con ese niño delgado con anteojos o con esa niña más rellenita que se escondía de ti para comer su almuerzo con tranquilidad.

Recomendados

Cuando empezaste a crecer, te convertiste en un adolescente más o menos atractivo (nada espectacular), pero eso era sólo el físico. Lamentablemente, a eso de los 14 años, me tocó sentarme delante tuyo en la sala de clases. Además de escuchar la cantidad infinita de necedades que salían por tu boca, también tenía que escuchar las de tu amigo, ese que quería ser como tú, pero que en realidad sólo estaba contigo por conveniencia.

Tenías una fijación con los penes. A veces, miraba hacia atrás y ahí estabas, dibujando falos y testículos, de distintas formas y tamaños. Pero no eras el único, había más que lo hacían, pero sólo eran tus amigos y lo hacían porque se supone que era gracioso. Porque te tenían miedo.

Además de los penes, también tenías una fijación con la homosexualidad. Para ti, todos eran gays, maricones, “fletos” o cualquier otro epíteto que aludiera a un hombre que le gustaban las mujeres, o sea, una persona menos que te admirara o que quisiera ser como tú, ese “macho alfa”. Un hombre menos que llamaría puta a las mujeres con las que se acostaba.

En realidad, todo se trataba de tu ego. ¿Cómo podía existir un hombre que no quisiera ser como tú? ¿Cómo podías permitir que otro fuera diferente, tomando en cuenta que te hacías en los pantalones si alguien te ponía en ridículo?

A ti, a ese hombre que ahora es adulto y que profesa que la homosexualidad es asquerosa, lo que tú hiciste y sigues haciendo es lo que es realmente asqueroso. Vives para hacerle miserable la vida a los demás, pero lo más irónico es que todos ellos creen que el miserable eres tú.

Tienes asuntos sin resolver y también sientes rabia, porque esos amigos que se reían de tus “chistes”, ahora creen que es una estupidez. Ellos evolucionaron, tú no y eso es lo que más te duele. En el fondo, sabes que ese asco que sientes es por ti mismo, pero no te atreves a enfrentarlo porque sabes que esa “hombría” está basada en fundamentos de algodón.

Todas esas personas a las que alguna vez pusiste en ridículo, sufrieron, pero aprendieron que siempre en la vida habrá personas como tú, que no tienen nada mejor que hacer que mirar la paja en el ojo ajeno.

Ellos, ese compañero de anteojos, esa niña rellenita, ese niño al que molestabas constantemente porque era afeminado, ya te superaron, ya te olvidaron. Sólo sienten pena por ti. 

Saben lo que valen, pero no porque tú les mostraste sus defectos, sino que porque fueron lo suficientemente valientes para mirarse a sí mismos y hacerse cargo de su vida. Y tú, sigues dibujando penes, más grandes que el tuyo.

Tags

Lo Último


Te recomendamos