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Las cosas como son: por esto no te resultan las dietas

No te importa, prefieres lidiar con el “te lo dije” o el “sabía que no lo lograrías”. Tú estás feliz con el estómago lleno.

Hay dos tipos de personas en el mundo: las que pueden hacer dieta, y las que no. Cuesta entender por qué, pero aunque busquemos razones y motivos, en el fondo de nuestro corazón —y estómago— sabemos que la tentación es muy fuerte y simplemente, a veces no tenemos ganas de aguantarla.

Dices que vas a empezar el lunes y que esta vez, sí resultará. Te autoconvences de que la octava es la vencida y para triunfar en esta osadía, vas al supermercado y te compras todos los implementos que te ayudarán a sentirte como la gurú de las dietas: botellas para llevar el agua, mucha fruta y verdura, snacks saludables.

Estás lista, con toda la voluntad del mundo y con el switch cambiado. Llega el lunes, te levantas, vas a la cocina y la amiga con la que vives te dice que compró mucho queso y que el pan está calentito, listo para comerlo.

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Tu cerebro empieza a hacer corto circuito, sientes cómo tus jugos gástricos se manifiestan y experimentas una incomodidad que cualquier persona que se resiste a algo que le gusta mucho sentiría. Es como cuando Josh Hartnett —igual de delicioso que el queso y el pan— trata de resistir las tentaciones para cumplir su promesa de pasar 40 días y 40 noches sin sexo.

Así como él empieza a alucinar con pechos y mujeres sin ropa cuando camina por la calle, para ti la dieta es algo parecido. Te imaginas pollos asados, pasteles, mojitos o todo lo que se te ocurra: un escenario surreal que no quieres experimentar. Te da terror.

No puedo, me rindo

Hay algunas señales que te pueden ayudar a darte cuenta si eres una persona que no sirve para hacer dieta. Está lo más obvio, o sea, caer en la tentación, pero también hay otras cosas.

  1. Te gustaría ser como ellas, pero en realidad, crees que la gente que hace dieta es aburrida.
  2. Tu mamá siempre te decía que te comieras la comida cuando eras chica, y como eres obediente, le sigues haciendo caso.
  3. Tienes fuerza de voluntad para otras cosas, pero amas demasiado comer y prefieres hacer ejercicio que cerrar la boca.
  4. Todas las situaciones sociales pierden el sentido sin la comida rica. Como crees que es bueno socializar, te sacrificas.
  5. Te pones de tan mal humor cuando tienes hambre, que prefieres mantener un ambiente de paz y comerte ese chocolate.
  6. Al final, sabes que lo que importa es lo de adentro, entonces prefieres cultivar tu personalidad y el que te ame, también lo tendrá que hacer.
  7. La palabra dieta es una pesadilla. ¿A quién le gusta tener sueños feos?
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