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Mejor que las películas

No son esos besos en la lluvia, o esas despedidas en los aeropuertos las que cuentan.

Como muchas de nosotras, he crecido viendo comedias románticas donde en algún momento ocurre un fabuloso número de baile y los protagonistas terminan juntos. Esperaba que ese momento llegara a mí, pero no fue así, y no me quejo.

La persona con la que estoy saliendo, no se ha parado en frente de mi casa con un estéreo mientras suena una canción de Peter Gabriel, ni tampoco me ha esperado afuera de la iglesia como Jake Ryan en Sixteen Candles, pero el darme cuenta cómo me ve cuando entro a un lugar o cómo me apoya para cumplir mis sueños, me parece más romántico que un film de los 90’s.

Llega un momento donde empiezas a crecer, y te das cuenta que no todo es como un guión de Nicholas Sparks, pero lo aceptas, porque tu realidad es mucho más divertida.

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No son esos besos en la lluvia, o esas despedidas en los aeropuertos las que cuentan, tampoco las 365 cartas que han enviado durante años, sino todas simplezas que compartes con esa persona las que hacen que todo valga la pena.

El ir a comprar comida y bailar una canción ridícula mientras esperan sus platillos, o quedarse en el auto durante una hora sin hacer nada más que conversar y contar anécdotas, o las pequeñas notitas que deja en tu cartera o en tu computadora.

Es las interminables risas, que sea tu mejor amigo, que te haya visto en buenos y en malos momentos y que pueda saber qué quieres o lo que piensas con una sola mirada lo que hacen esta historia más entretenida que una película y más real.

Sé que secretamente todas en algún momento hemos deseado un “momento romántico”, y no hay nada de malo en eso, siempre y cuando aprendamos a vivir y a disfrutar cada día con la persona que hemos elegido para que sea nuestro compañero de fórmula. Sin esperar que él llegue en un caballo blanco o con zanahorias en lugar de flores, sino simplemente disfrutar su compañía y su presencia.

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