Sé que no lo tengo que llamar. De hecho, ni siquiera me interesa. Su número está al fondo de la lista porque el nombre empieza con una de las últimas letras del abecedario, y no lo veo muy seguido. Igual, sé que está ahí y eso me hace sentir una mezcla de tranquilidad y nerviosismo.
PUBLICIDAD
No sé por qué lo hago, si ya siento que lo de nosotros pasó hace tiempo y los sentimientos que alguna vez tuve por él ya casi no existen, sólo queda cariño y sé que se reactivaría algo únicamente si lo veo y lo miro a los ojos.
Podría usar la excusa barata de que WhatsApp no te deja borrar los números aunque ya no los tengas en tu lista de contactos, pero sé perfectamente que su número empieza y termina con tal dígito y tal dígito.
¿Por qué tenerlo? ¿Hay algún sentido? Nunca lo entendí. Sé que no quiero hablarle, no me interesa, pero es como si necesitara aferrarme a algo que alguna vez fue real, a una parte del pasado que me recuerda a que te pueden amar, y con intensidad.
No me siento mal por eso, no me torturo porque sé que soy humana y puedo querer atenerme a experiencias. Es como cuando tienes una cicatriz que no te importa que haga que tu piel se vea imperfecta, no necesitas tener una piel perfecta y esa marca te hace real, hace todo más real.
Conozco a muchas personas que son incapaces de eliminar los números de teléfono de sus antiguas parejas. Solía juzgarlos, pero cuando entendí que no se trata de una incapacidad de evolucionar, sino que de ser menos dura con una misma, lo dejé pasar.