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El primer amor está sobrevalorado

Que nunca se olvida, que es inigualable. ¿Quién lo dice?

Nunca entendí por qué tanta emoción por el primer amor. Obvio, es culpa de las películas, las mismas que nos hacían creer que éramos princesas y que la única forma de tener una vida feliz era esperar a que alguien nos despertara con un beso o nos salvara de ser esclavas de nuestra propia madrastra.

Entiendo que para algunas personas sea importante, pero no lo comparto. ¿De verdad es tan espectacular? Creo que cuando hablamos del primer amor y nombramos unicornios y arcoiris, todo se prude. Hay muchas de nosotras que siempre quisimos saber cómo era tener un amor así, pero no todas éramos princesas, ni tampoco nos veíamos (menos mal) como una de ellas.

Es cruel. La que no es bonita, tiene menos posibilidades de ganar esa gran y dura competencia que existe entre las adolescentes por “ganarse el corazón” del más atractivo del colegio. Ese hombrecito que teníamos totalmente idealizado, resultó ser un púber pusilánime que se burlaba de los que eran más débiles que él o de los que tenían mucho acné. ¡Pero qué buen partido!

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Si sé que sueno amargada, pero no lo he pasado mal en mis relaciones. Mi punto aquí, es que el primer amor no tiene por qué ser inolvidable, de hecho, muchas de nosotras sólo queremos olvidarlo, porque no queremos retener malas experiencias que no tienen nada que ver con lo que somos ahora.

El primer amor se idealiza. Puede ser tremendamente lindo, reconfortante y maravilloso, pero para mí, el verdadero amor está unido a la madurez y a la seguridad. No se puede amar si no se sabe qué se quiere o qué es bueno para uno.

De hecho, hay gente que nunca se enamora y tampoco se considera desgraciada o infeliz. Claro que es rico enamorarse, es una experiencia increíble, pero al igual como los orgasmos, si se presiona demasiado la idea de experimentarlo, nunca se llega a sentir con plenitud.

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