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Michelle Bermúdez: Mujer, madre…inmigrante

En vísperas del Día de la Madre queremos contarles una hermosa historia de esfuerzo y esperanza.

“Las mujeres guerreras son las únicas que sobreviven”, dice orgullosa Michelle Bermúdez mientras se acomoda en una radiante silla de su peluquería ubicada en la comuna de San Joaquín a pocas cuadras de La Legua.

Michelle (28) es colombiana y llegó a Chile en 2013 esperanzada en un proyecto de vida en familia junto a su pareja quien emigró antes desde Cali hacia Santiago. Como la vida da muchas vueltas, los planes no salieron como ella esperaba. En un principio, al menos.

Esta joven madre se decidió a probar suerte en el país del sur luego que su pareja se lo propusiera. Michelle apostó y se preparó para su encuentro en la capital de Chile. Vendió todo y le encargó su principal tesoro a su abuela, el pequeño Miguel Ángel, su primogénito.

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Michelle sabía que tenía una oportunidad para cumplir su máximo sueño de tener una familia nuclear.

A los 10 años sus padres murieron, fue su abuela quien se hizo cargo de su cuidado. Siendo aún una adolescente -solo tenía 15- decidió irse de casa e independizarse. Años después estando embarazada y soltera vendió biblias por las calles de Cali para reunir el sustento. Sin duda, su vida siempre fue difícil, pero ella no se dejó vencer.

El sueño del inmigrante

Ya aterrizada en Chile -cuatro meses después que su pareja- descubrió que el hombre por el que había apostado estaba viendo a otra y se separaron. La colombiana se quedó sola y sin papeles en un país desconocido.

“Mi cuñado que estaba viviendo en Chile me dijo: “Flaca usted no llore”. Yo no tenía ni 500 pesos para ir a Plaza de Armas a buscar trabajo. Pensé “¿ahora qué hago?”. Tenía una opción para adelantar el pasaje y volver a Colombia. Pero mi cuñado me dio apoyo moral y me recordó que yo estaba acá por mi y por mi hijo. Y eso era lo único que importaba. Entonces de su billetera sacó un billete de 10 mil pesos, me lo dio y me dijo que camináramos al centro de Santiago a ver qué podíamos conseguir”, comenta.

Así encontró trabajo en un café y comenzó a organizar su vida. Con el dinero que reunió trajo a su hijo a Chile, las cosas comenzaban a salir bien. Pero Michelle aún estaba enamorada del hombre que la engañó. Poco tiempo después volvieron a estar juntos y nació su segundo hijo, Matías.

La violencia doméstica casi le roba su sueño

Cuando al fin parecía que su sueño se estaba haciendo realidad, su pareja comenzó a tratarla con violencia. Michelle había dado a luz recientemente y no tenía trabajo. Ella y sus hijos dependían del hombre que tanto amaba y que ahora la estaba destruyendo.

“Me estaba ahogando en la depresión, empecé a fumar muchos cigarrillos. Estaba con mi bebé y mi hijo grande se iba a estudiar. Entonces, yo siempre estaba en el balcón del departamento fumando y totalmente atormentada. Ya no comía, bajé de peso quedé en poco más de 40 kilos. Para mi la vida ya no tenía sentido, yo quería salir corriendo y no sabía para dónde. Ni siquiera tenía a quien pedir ayuda porque no conocía mucha gente en Chile. Así conocí a una vecina que vivía en el departamento de en frente, ella había escuchado muchas veces lo que pasaba en mi casa. Ella me tomó un día en el ascensor y me dijo ‘El día que usted quiera salir de ahí la única solución es que usted abra esa puerta y pida ayuda’. Pasó el tiempo y un día él intentó golpearme y yo dije que ya no más. Salí del departamento descalza. Eran las dos de la madrugada, llevaba a mi hijo mayor de la mano y al pequeño en mis brazos. Tenía mucho miedo, no sabía lo que iba a pasar con nosotros. Me senté en la esquina a llorar. Ahí me encontró una chica también inmigrante que vendía comida y que nos habíamos visto. Ella me preguntó que me pasaba y fue así como al fin logré contarle a alguien el infierno que estaba viviendo”, cuenta.

Tras esa noche, Michelle consiguió apoyo de su vecina que tenía un novio abogado, finalmente, recuperó el departamento y se liberó del hombre maltratador. Una nueva esperanza se abría frente a la colombiana.

Así comenzó a trabajar con la venezolana que la ayudó esa madrugada. Mientras ella le cuidaba a los hijos, Michelle salía a vender arepas por la ciudad. De esta forma, comenzó un nuevo y mejor capítulo en su vida.

Una vida independiente

Tras experimentar en la venta de comida, Michelle logró reunir dinero y encontrar un nuevo trabajo gracias a su experiencia en ventas. Comenzó a rearmar su vida junto a sus hijos. Ya no tenía miedo. Sabía que sola podía perseguir sus sueños y cumplirlos.

Tiempo después entró a estudiar maquillaje profesional, una de sus pasiones desde siempre. Estaba preparada para hacer su máximo esfuerzo, no era primera vez que se veía obligada a emprender. Y lo hizo.

Recientemente abrió “Black and White”, peluquería y barbería, en la comuna de San Joaquín donde ya tiene sus propios clientes. Cada día se hace más fructífero.

“No pensé que iba a llegar hasta acá, nunca. Pero bueno, estoy feliz de verdad. Me han tocado muchísimas cosas porque al principio fue muy duro y hubo mucha gente que no creyó. Pero yo pienso que por mis hijos y por mí todo lo vale. Todo sirve para aprender y llega un momento cuando uno está acá y dice ‘valió la pena’ y aprendí”, comenta Michelle con la voz quebrada de emoción.

Han pasado cuatro años desde que esta colombiana risueña y esforzada pisó suelo chileno con muchas expectativas. Hoy Michelle es un ejemplo vivo de lo que una mujer puede lograr si cree en sí misma.

Queremos dedicar este reportaje a todas las madres del mundo que se esfuerzan día a día por sacar adelante a sus hijos contra todas las adversidades. En especial a la mía, Ana, quien nunca ha dejado de luchar y nos enseñó a mí y mis hermanas el poder de ser mujer. ¡Feliz día Mamá!

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