“Recorrió el país bajo la ideología punk”, dice una de las notas que relata la desaparición y muerte de Isidora González, la joven de 23 años que apareció descuartizada en Melipilla, Chile.
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Desde agosto sus amigos no tenían noticias de ella. Hablan de ella como una chica tierna, lejos de toda la descripción que han hecho de ella en medios de comunicación.
La prensa ha hecho hincapié en su identidad punk informado con una vergonzosa intencionalidad sesgada, casi refiriéndose al punk como un dios al que se sigue y que lleva a la perdición y a la maldad. Sus tatuajes no la vuelven una persona ruda a priori, el punk no es un ente que transforma a las personas, volviéndolas inmediatamente viles y dignas de merecer o más expuestas a hechos violentos ¿Por qué tanto ahínco en que es seguidora del punk?
¿Tener un tatuaje (por el que fue reconocido su cuerpo) es motivo para violar a una persona? ¿Usar ropa excéntrica te invita a golpear y maniatar a una mujer? ¿Mantener una actitud rebelde (como cualquier joven) te autoriza a secuestrarla y asesinarla? ¿Estamos bajo un régimen de dictadura, considerando lo sistemático que son estos abusos?
Guillermo Atenas, el sospechoso por su asesinato, en ningún momento es descrito de la forma en la que lo hacen con Isidora, incluso citándolo con descaro con su “no me entrego ni cagando, prefiero suicidarme”, añadiendo que incluso podría tener un desequilibrio mental ¿Dónde quedó la víctima?
No por ser punk te mereces ser asesinada, ahorcada, descuartizada. Describir a una asesinada por su apariencia es evidentemente machista, y una falta de respeto para sus amigos y familia. Pensemos en ellas por lo que son: mujeres víctimas de un mundo patriarcal y violento.