Parece un cliché, pero estaba lloviendo. Llovía mucho. Alguien me da un par de empujones y se aleja de mí entremedio de ofensas y gritos. No hay nadie más en la calle, porque son las cuatro de la mañana. Hay momentos donde me quedo sola. No hay nada que recuerde con más tristeza ni que haya vivido con tanta culpa.
PUBLICIDAD
Leer Poncho Fue es un viaje a ese recuerdo. El nuevo libro de Sole Otero relata la tortuosa relación de Lu y Santi, que pasa por violencia, peleas, machismo y una muchacha que ante una situación abusiva se va apagando poco a poco.
La novela gráfica comienza con dos muchachos saliendo, descubriendo lo genial que es el enamoramiento, los chistes, el sexo. Hasta que los problemas y los roces comienzan, las peleas por dinero, la misma vida cotidiana sumergen a Lu y a Santi en una trampa, donde pareciera que Santi es el mesías iluminador que le dice a Lu qué, cuándo y cómo ser.
Algo que llama la atención es cómo Otero dibuja a Lu: primero, llena de vida y de colores, para luego irse deslavando, convirtiéndose en una muchacha pálida y triste. La sensación de culpa de no hacer lo que el otro quiere se representa en eternos garabatos y letras inentendibles que no caben en los globos de las viñetas, en un caótico y tóxico diálogo donde el poder es más importante que el amor.
Sole Otero parece darme frío, mojarme la ropa y meterme al oscuro mundo de mis recuerdos más violentos, de deprimirme, sentirme inútil sin saber por qué, no poder pensar, y al mismo tiempo, creer que una pareja es todo lo que quieres y no darle en el gusto significa obstruir lo bonito que tienen. Que al final, años después te das cuenta que era más bien triste, pero es bonito haberlo dejado atrás, y que el problema no eras tú.
Estar en una relación tóxica es un túnel. Al estar en medio no ves nada más, pero Poncho Fue demuestra que siempre se puede salir y no volver a jugar. Es un libro no solo necesario, vital para entender que todas vivimos el machismo y lo nocivo del amor romántico.