Hace varias semanas me encontré en un bar con Luis Bonini, el preparador físico de la selección chilena. Estaba cenando con una mujer, la que se notaba era algo más que una simple acompañante, tranquilo hasta que una de mis amigas se acercó a saludarlo. “Gracias por todo lo que hizo por nosotros”, le dijo. Bonini rió amable.
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“Es que me encanta”, me dijo mi amiga cuando nos íbamos. Y puede ser. No sé si despierte la misma empatía que Marcelo Bielsa, pero hay que reconocer que el argentino del bigote (que se cortó cuando Chile clasificó) tiene lo suyo. Yo personalmente, me quedo con “el loco” (hay que verlo de joven, era guapísimo). Y es que las sonrisas a medio camino del rosarino dejan loca a cualquiera. A otras en cambio, las mata su análisis constante, la observación de las situaciones y que las escasas palabras que dice siempre den en el clavo.