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Me dan miedo las deudas

¿Vivir la vida o vivir tranquilo?

A propósito del escándalo protagonizado por una tienda del retail chilena, recordé lo mucho que me asustan las deudas, las tarjetas y las incertidumbres en general de la vida.

No tengo tarjetas de crédito ni de casa comercial. Ok, tengo las adicionales de mis padres, pero eso tiene una razón. La tarjeta puede tener mi nombre y puede estar en mi billetera, pero si no se paga la cuenta, la que va a Dicom no soy yo. Y nunca se va a no pagar por algo que yo compré. Verán, si las uso, es para aprovechar promociones, o para comprar cosas por Internet. No porque no tengo plata para pagarlo; de hecho apenas hecha la transacción, le transfiero a mi mamá el monto correspondiente.Podrán decirme que con los costos de mantención e intereses (que no son tales cuando se paga en una sola cuota) superan a los beneficios de la promoción. No ha sido el caso y además, no porque yo no la use o no la tenga mis viejos la van a cerrar. Ya intenté convencerlos y no lo logré. Nadie pierde.

Pero así, a mi nombre, en lo personal, no tengo tarjetas de ningún tipo excepto la del cajero. No tengo, ni quiero tener. No quiero tener la posibilidad de gastar plata que no tengo ahora ya. Porque para eso son las tarjetas. Son para comprar, o para sacar plata para pagar, o para adquirir, o para como se llame “algo” que no puedo pagar de inmediato, o que no puedo pagar completo. Tengo que comprarlo en una cuota (para pagarlo al mes siguiente) o en varias (para pagarlo en varios meses siguientes).

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Pasa que a veces no ganamos lo suficiente para comprar todo lo que queremos comprar. El ser humano es un ser que siempre necesita más de lo que tiene; la diferencia es que algunos se las arreglan para no necesitar más de lo que pueden pagar.

Hay muchas personas de bajísimos recursos, bajísimo nivel de escolaridad y cultura, que aunque lean, no entienden las condiciones de los créditos que firman. Y como no para comprar en Patronato, compran en la multitienda con la tarjeta. Y como luego no pueden pagar la tarjeta, terminan pagando el doble, el triple o mucho más. Realmente trágico. Pero ese es otro tema.

Porque no sólo la gente pobre se endeuda. Gente que gana lo mismo que uno, que tiene los mismos gastos fijos e irrenunciables que uno… está endeudada hasta las patas. Cuando la matemática no da, acude al plástico.

¿Cómo comprender eso?¿Cómo poder decir “necesito” un par de zapatos ahora ya? Sí, hay personas que compran remedios o que pagan el supermercado. Pero hay personas que se compran ropa, zapatos, maquillajes, perfumes, adornos para la casa, bencina, gastan en salidas a comer, pagan en todos los lugares donde les acepten las famosas tarjetitas y si no se las aceptan, sacan un avance y entonces pagan. No pueden andar en micro, entonces echan bencina con la tarjeta. No pueden llevarse un jugo desde la casa, nooo, tienen que tomar bebida. Todo con el pretexto de “vivir la vida”. Aunque eso signifique demasiadas noches sin dormir.

Y así terminan con todos los cupos llenos en todas las tarjetas que tienen. Y como no tenían plata en un primer lugar, no tienen para pagar la deuda. Y las deudas, aunque uno deje de comprar, se acumulan. FOREVERANEVER

Y yo no quiero que me pase eso. Me rehúso. Escupo al cielo. Y que me parta un rayo. Y digo nunca. Y no acepto que me digan nunca digas nunca.

Algunas de mis amigas son buenas para endeudarse, y saben que no estoy de acuerdo. A veces no me cuentan cuando se compran cosas, porque saben que eso me pone triste. No es que no me guste que tengan cosas lindas, o que vayan a los conciertos de los grupos que adoran. Ojalá pudieran tener todo eso y más. Pero me da mucha rabia que le “regalen” plata de los intereses que constituyen el pago mínimo, o los intereses por recargo por el sólo hecho de comprar en cuotas. Sí, no es un pago por nada, económicamente uno intercambia el pago de los intereses por el que te presten una plata que podrían invertir y toda la tontera económica, pero en la práctica…uno no obtiene nada.

Así que al menos yo, cuando no puedo no puedo no más. Aunque después me arrepienta. Porque “poder” implica asumir un gasto que al menos yo, no puedo pagar. Prefiero quedarme pegada en la vitrina y disfrutar el sueño de un lindo par de zapatos, que entrar, pagarlo y salir con zapatos pero con una vara en el trasero que me durará todo el tiempo que me demore en pagar la cuenta.

El año pasado perdí mi teléfono. Estoy usando un vejestorio horrible, gigante, incómodo, poco práctico, lento y extraño que mi hermano compró en Estados Unidos como hace 7 años y que abandonó por las mismas razones expuestas que me hacen también querer abandonarlo. Podría haberme comprado otro teléfono hace mucho, mucho tiempo. Podría haberme comprado el mejor teléfono que existiera. Era cosa de pedir un aumento en la línea de crédito (que me han ofrecido cientos de veces)  y el resto pagarlo en cómodas cuotas.

Pero, ¿Cómo podría haber enfrentado los gastos de la extracción de mis muelas del juicio? Me habría costado más… podría también haberlo pagado en cuotas.

Hasta ahí iría bien, pero quién me asegura que no me ocurra algún accidente, que no me enferme, que no se muera un pariente que me haga tener que viajar. ¿Quién me asegura algo tan simple como que me echen del trabajo y ese dinero que yo pensaba que iba a tener, en realidad no lo tendré?

Nadie. Por eso, gasto siempre lo menos posible. Por eso aún no cambio el teléfono; por eso traigo almuerzo de mi casa en un bolso bien perno, cuando podría salir a almorzar en un modo que tenga mucho más glamour. Por eso no me voy de la casa de mis padres hasta organizar bien mis finanzas. Por eso asumo que no puedo y me quedo mirando la vitrina.

En todo caso, entiendo un poco a la gente que se endeuda. El otro día me fijé en la calle una niña que se veía tan linda con sus tacos nuevos, su abrigo verde, sus extensiones perfectas, sus uñas manicuradas. No sé si estaba endeudada o no, no se veía. Todo lo demás sí.

Pero creo que varias de las que me leen, saben que la mayor parte de las veces, uno habría podido aguantar. Así que les diré lo mismo que les digo a mis amigas: No le regalen su plata a las empresas millonarias. Cuando estén fuera de la vitrina, quédense afuera. Desde aquí, les mando todas mis fuerzas. ¡Ustedes pueden!

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