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Ser gay está de moda

Les presentamos a nuestro nuevo columnista Juan A. Puntové. Él nos hablará sobre la “cuestión gay” en la sociedad moderna.

“El hétero sabe de geografía. Nosotros conocemos el mundo”, dijo Lorenzo.

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22:30 hrs. Champaña, sushi y cuatro gays: Yo, C.V., Lorenzo, y Feña Olave. Muchas veces nos hemos cuestionado qué significa/implica ser “homosexual”. Si hay una manera correcta de ser gay. Y ahí estábamos los cuatro, pensando, entre copas de champaña y risas. Ahí pensé: “Nunca me he planteado una forma correcta de ser gay”. Porque siempre he creído que no la hay. Pero ahí surge mi duda esa noche: ¿Quizás la hay? ¿Seguimos los homosexuales una moda, una forma de existir?

Madre una vez dijo: “Como que ser gay está de moda últimamente”. Y ahí le expliqué que no. No tanto. Es que hicimos un éxodo masivo del clóset, y en buscar encontrarnos, en descubrirnos, nos asimilamos en tribus – oso, fem, glam, jock, entre otros – porque buscamos que nos acompañen. Buscamos lo cercano. Me defino por lo que soy o no: no soy loca, soy rosa, soy fleta, soy maraco, soy puto, soy zorra. Esas son limitaciones y una estructuración innecesaria. En los 80’s reconocerse gay implicaba ser de una forma, hoy de otra. Uno busca calzar, busca encajar y ser feliz.

Si es difícil pensar en modelos a seguir siendo hétero, pensemos que un homo muchas veces no tiene un “patrón” que observar. Yo nunca lo tuve. Cuando tenía 16 años y veía en la TV a “Tony Esbelt” – el gay de Megavisión – y solo decía: “¡No quiero ser eso! No quiero ser peluquero ni estilista. No sé lo que quiero, pero eso no”. Y luego llegó “Queer As Folk” y “Will & Grace”, entre otros. Y para uno, que creció en una familia semi-conservadora, donde ser homosexual es lo segundo peor después de ser un fan de Pinochet, fue el Paraíso. Así de heavy. Porque en una familia donde aceptamos a los comunachos, el aborto y el concubinato de la vida en pareja sin sanctum matrimonium, los gays son adorados y queridos, pero de lejos. Y vamos a misa los domingos y nos confesamos con el cura los sábados en la tarde. Desde ahí nació mi columna “Confesiones desde Narnia”. Desde ahí nació una búsqueda por saber/entender/comprender el ser gay. Y ahí nació también el rechazo a “salir del clóset”. Nadie te sienta y dice: “Soy súper hétero”. Nadie. Simplemente son.

En la universidad, me vi parte de una generación que creció con estereotipos de la pantalla internacional y criolla. Esos son, aparentemente en la realidad nacional, nuestros símiles y posibles: el promiscuo, el buena onda, el histérico, el gym, o la loca. ¿A qué apunto? ¿Y por qué importan todas estas vueltas? Uno crece complicado, sin saber realmente cómo enfrentar la homosexualidad. Luego prueba, conoce, se confirma como homosexual empedernido. Descubrimos el mundo, y nos plantamos sin saber qué significa ser gay. ¿Implica ir a marchas, a Búnker, al gimnasio, ser flaco, musculoso, oso-bear? ¿Significa defender el acto sodomita, ser fan de Sex & The City, amar la moda, ser promiscuo, activo, pasivo, versátil?

Lo cierto es que dentro de esas mismas limitaciones, restricciones, y estructuras, lo único que hay de fondo es una persona. Con una sexualidad distinta a la norma. Buscamos una moda porque buscamos encontrarnos. Quizás ahora nos parecemos en que usamos pitillos. O porque vamos al gimnasio. O porque somos osos-peludos. No hay una forma de ser gay. Un molde a seguir. Una moda en la que reconocerse. Lo único que hay, es una persona que busca, de una forma u otra validar su existencia no como gay u homosexual, teniendo que salir del clóset o no. Busca validarse siendo persona y no busca tener que sentarte a confesar que sí, soy gay.

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