Un 29 de abril como hoy, en 1936, nació la poetisa argentina Alejandra Pizarnik quien tuviera a “la muerte siempre al lado”, considerada como una de las más innovadoras de Latinoamérica.
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Fue simpatizante del automatismo puro del surrealismo y el psicoanálisis para explorar recurrentes temas como la inocencia, la soledad que “es no poder decirla” y que es tanta “que las palabras se suicidan”, el vacío, la vida y sus sistemas agobiantes, y por supuesto la muerte como una incondicional tanto para su poesía como su pintura estilo naïf.
Diagnosticada con el trastorno borderline, la creación de sus textos está circunscrita en frecuentes depresiones, en la defensa de la identidad y “el terror a perderla”, su resistencia a formar parte de los engranes que mueven al mundo, el sentido de la no pertenencia ni siquiera a la vida (“¡Tanta vida Señor! ¿Para qué tanta vida?”) y los miedos con los que lidiaba cotidianamente.
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A los 19 años publicó su primer libro de poemas “La tierra más ajena” costeado por su padre, y a los 22 “Las aventuras perdidas” donde incluía el breve “La carencia”:
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
Pizarnik, cuyo verdadero nombre no fue Alejandra sino Flora, se relacionó en los 60’s en los círculos de escritores reconocidos, tanto en París como Nueva York, entre sus amigos estaba Cortázar. Unos años después de su regreso a Argentina, fue internada en el hospital Pirovano, y tras un par de intentos de suicidarse realizó por fin su deseo al tercer el 25 de septiembre de 1972 a la edad de 36 años.
Por si aún no te ha tocado leerla, anexo el poema “El despertar” que, si bien ya es uno de los más populares, tiene la particularidad de abarcar en un solo texto su devoción por la infancia, el suicidio y la vida que se le hace tanta para sus emociones de inadaptación. Que lo disfrutes.
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios