Todos siempre han pensando que eres suave, muy suave. No sólo de aspecto, sino que en todo sentido. Tienes rasgos agradables, tu voz es dulce y eres angelical, pero eso es sólo lo que ellos piensan.
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Al verte, nadie se imaginaría que por dentro, eres un volcán. Eres tan inteligente que sabes que mostrar las garras no es lo mejor, pero cuando tienes que hacerlo, sólo sacas una para dar algunos rasguños, sólo para que los demás sepan que te tienen que respetar.
No te gusta parecer fuerte, no va contigo y tampoco es una característica que los demás reconozcan inmediatamente en ti. Pero quienes te conocen, saben que eres una guerrera.
Aunque te gustaría que los demás supieran todo lo que pasa en tu interior, en parte, te sientes privilegiada y especial. Las cosas no te resbalan, aunque así lo parezca y es más, muchas veces, las circunstancias se aferran a ti más de lo que te conviene.
De todos los secretos que atesoras, tu fuerza interior es el que más guardas. A diferencia de otras personas, que disfrutan expresando sus dramas y problemas, tú no lo haces. Tu manera es más sutil.
Todos los que alguna vez te han hecho daño, no saben que tú eres invencible. Puedes tocar fondo, te sumerges y en cierto momento tienes la idea de que te puedes ahogar en tu intensidad emocional, pero sales a flote, renaces de las cenizas al igual que el ave fenix.
Sueles ser dulce, educada, femenina e introvertida. Eres así, es parte de ti, pero no es tu esencia más profunda. Esa es la piel de oveja; te acomoda parecer dulce, pero en el fondo sabes que tu fuerza interna es una característica que sólo algunos conocerán. Las personas que tú has determinado que merecen tu confianza.
No te gusta dar pena. No sólo porque crees que es una pérdida de tiempo, sino que también porque te desagrada profundamente cuando los demás lo hacen. No quieres ser así y luchas contigo misma.
Eres un ave fénix. Eres intensa y suave a la vez. Has superado cosas que los demás no saben y aunque es una parte esencial de ti, prefieres ser una oveja a ojos del mundo.